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06/01/2007 | El espía que bailaba salsa

Rafael Ramos

Que sea un espía no está ni mucho menos demostrado, pero que baila salsa como si hubiera nacido en Medellín o Santo Domingo es un hecho constatado más allá de toda duda razonable.

 

Daniel James, traductor de un general británico en Afganistán, gerente de discotecas, magnate inmobiliario y profesor de danza y gimnasia aeróbica, está acusado de pasar información al enemigo bajo el Acta de Secretos Oficiales de Guerra de 1911 y se enfrenta a la posibilidad de unos cuantos años en chirona.

El personaje es pintoresco y está lleno de historias curiosas, por no decir truculentas. En realidad no se llama Daniel ni tampoco James, sino que se trata de un individuo de origen iraní que llegó a Inglaterra con sus padres cuando era un muchacho de 17 años, huyendo del Sha, y con el tiempo se volvió tan british que se cambió el nombre y se alistó voluntario en el Ejército Territorial, una especie de Unidad de Reserva para responder a emergencias y en la que se puede colaborar part time,conservando el trabajo.

Daniel se consideraba a sí mismo un patriota que daba su tiempo y su esfuerzo al país de acogida, hasta el punto de abandonar las clases de salsa y todos los negocios en Brighton para aceptar la oferta de ir a Afganistán como traductor del teniente general David Richards, comandante de las fuerzas internacionales de la OTAN, dado que domina el dari, un dialecto del farsi, y también el pastún. Pero al cabo de un año ha regresado a casa para ir directamente a la cárcel en espera de juicio, acusado de traidor.

Sus alumnos de baile - que lo conocen como Danny J., su nombre artístico-, vecinos de un lujoso complejo de apartamentos en la localidad costera de Brighton donde tiene su residencia y empleados de las discotecas que regentaba se confiesan perplejos por la noticia, aunque el individuo es lo suficientemente rocambolesco como para que todo el mundo deje abierto un resquicio a la posibilidad de que los cargos sean ciertos. En la comparecencia preliminar ante el juez, antes de que el día 12 comience en el Old Bailey el proceso criminal propiamente dicho, Daniel James se llevó la mano al pecho y gritó dos veces a pleno pulmón: "¡Inocente, inocente!"

Musulmán chií de 44 años, divorciado de una inglesa hace década y media y con un hijo, James ha hecho una pequeña fortuna en el sur de Inglaterra. Es propietario de cinco inmuebles, uno de los cuales está valorado en millón y medio de euros y dividido en apartamentos que alquila. Solía moverse por el paseo marítimo de la ciudad en un Lexus plateado y es un personaje conocido en el circuito nocturno de Brighton, ya que daba clases en algunos de los clubs más populares, como el New York, el Paradox, el Ocean Rooms y, sobre todo, The Church, una iglesia convertida en discoteca que constituye el lugar favorito de cita - según su publicidad- de "profesionales creativos con interés en el fetiche y artes similares".

Nadie sabe muy bien cómo Daniel James hizo su dinero, aunque ha estado vinculado a personajes de dudosa reputación, en especial un hombre de negocios local hallado culpable de ordenar la muerte de un antiguo socio, y que luego fue declarado inocente por un tribunal de apelación. El protagonista de la historia combinaba las clases de gimnasia aeróbica y salsa con la gestión de discotecas y el ejército, habiendo servido en el Regimiento Príncipe de Gales, un prestigioso batallón de infantería donde hacía de instructor físico. Sus ingresos mensuales se estiman en unos 45.000, suficiente para vivir sin demasiados apuros pero no para la inversión inmobiliaria a gran escala.

Tras abandonar la gestión del club New York, James aceptó la oferta del ejército para trasladarse a Afganistán como traductor del general Richards. Pero sufrió dos infartos y tuvo que retrasar su incorporación hasta marzo pasado. La fiscalía militar le acusa de haber suministrado secretos de guerra a Irán el 2 de noviembre en circunstancias que permanecen como secreto de sumario "por razones de seguridad nacional".

El ejército y los servicios de inteligencia británicos tienen una carencia alarmante de personal que hable idiomas, y se encuentran en plena campaña de reclutamiento de espías, soldados y traductores que puedan moverse por Iraq Afganistán, y también por países como Pakistán o Arabia Saudí implicados en la llamada guerra contra el terrorismo. Es así como fue reclutado Danny J, héroe o villano, espía de los ayatolás iraníes o simple profesor de salsa.

La Vanguardia (España)

 



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