Francisco se reunió en secreto, en Washington, con la funcionaria de Kentucky que boicotea las bodas homosexuales y le dio ánimos: "Manténgase firme".
Francisco
es un papa complejo, que rompe moldes y de un comportamiento a veces
imprevisible. Algunos lo acusan incluso de comunista, por algunas de sus
críticas feroces al sistema económico dominante. Otros recuerdan sus posiciones
muy ortodoxas, desde su época en Buenos Aires, en temas éticos. Como pontífice,
da señales aparentemente contradictorias. Su reciente viaje a Cuba y Estados
Unidos ha provocado algunas perplejidades.
El
jueves pasado, Jorge Mario Bergoglio tuvo una jornada muy intensa, entre
Washington y Nueva York. Comenzó el día con su discurso ante el Congreso. Luego
visitó una parroquia que atiende a los sintecho. Por la tarde, ya en Manhattan,
celebró las vísperas con el clero en la catedral de San Patricio. Y al Papa aún
le quedó tiempo, entre sus compromisos oficiales, para un encuentro, que se
mantuvo secreto, con Kim Davis, la funcionaria de un condado de Kentucky, una
cristiana evangélica muy conservadora, que pasó cinco días en la cárcel por
negarse a otorgar licencias matrimoniales a homosexuales. "Manténgase
firme", la animó Francisco.
Ha causado
cierto revuelo, en EE.UU. y en Roma, saber que el Papa se había reunido con
Davis y con su esposo en la nunciatura de la Santa Sede en la capital federal
estadounidense. No se hizo público entonces para evitar un roce diplomático con
la Administración Obama, que ha impulsado la legalización de las bodas entre
gais y entre lesbianas. Pero saberlo a posteriori, gracias a una filtración
periodística, tampoco ha sido inocuo.
Davis
reconoció haberse sentido muy emocionada por el encuentro y por las palabras
que le dirigió el Papa. Fueron 15 minutos muy intensos. El Pontífice le regaló
dos rosarios para que los entregara a su madre y a su suegra, ambas católicas.
El gesto
de Francisco hacia Davis se interpreta como una concesión a un sector de los
obispos estadounidenses que mantiene un duro pulso con la Administración Obama
por algunos aspectos de su política, en concreto la reforma sanitaria, que son
problemáticos para las instituciones médicas dependientes de la Iglesia debido
a la obligación de proporcionar servicios de planificación familiar. La
legalización de las bodas homosexuales también significa cambios en el derecho
laboral que algunas organizaciones católicas se resisten a aceptar para sus
empleados. Alegan que les están obligando a medidas contrarias con su
conciencia. Francisco, en sus discursos y también en la rueda de prensa que
ofreció en el avión, de regreso a Roma, insistió en preservar la libertad
religiosa y la libertad de conciencia.
Recibir
a Davis no fue el único episodio de agenda oculta de Francisco. El Papa también
se vio -sin que trascendiera- con representantes de las Pequeñas Hermanas de
los Pobres, una congregación muy combativa contra los preceptos de la reforma
sanitaria sobre los anticonceptivos.
Resulta
algo sorprendente que se solidarizara con una fundamentalista evangélica como
Davis justo un papa que se atrevió a preguntarse, pocos meses después de ser
elegido, "¿quién soy yo para juzgar a un gay?"
Los
encuentros extraoficiales del Papa, sus guiños a los sectores conservadores,
pueden inscribirse en los sutiles movimientos ante el sínodo extraordinario
sobre la familia que se inaugura este fin de semana en el Vaticano. Obispos de
todo el mundo discutirán sobre cómo la Iglesia debe abordar la familia moderna
y las nuevas relaciones. Sobre la mesa está el tema de la comunión de los
divorciados vueltos a casa. Las posiciones parecen todavía muy enfrentadas. A
los sectores conservadores les ha sentado muy mal la reforma decidida por
Francisco que simplifica y abrevia las nulidades matrimoniales. El Papa, hábil,
podría estar intentando congraciarse con sus críticos para facilitar nuevos
cambios. Las sorpresas continuarán.