Caso muy distinto es el de Libia, donde hallamos una sociedad atrasada, un estado por hacer, una importante presencia islamista y un conflicto de intereses tribales que algunos quieren confundir con una lucha por la libertad.

Gadafi está resistiendo. Sin información sobre cuál es el ambiente en su entorno inmediato y entre sus tropas es difícil hacer pronósticos. Sabemos que dispone de tropas y armas suficientes para contraatacar. Pero en la guerra como en la vida la voluntad es un factor clave y desconozco si los que le rodean están dispuestos a resistir.

Si Muamar Gadafi contraataca y avanza posiciones podemos encontrarnos ante un escenario semejante al somalí, pero en el Mediterráneo y con petróleo de por medio. Difícilmente Occidente podría quedarse de brazos cruzados, pero una intervención facilitaría el triunfo de los islamistas, tal como ocurrió en Afganistán tras la derrota de la Unión Soviética.

Si Gadafi se rinde hay que construir un estado de la nada, con el agravante de que Libia es un invento colonial que, como es el caso de Irak, reúne comunidades que pueden sentir que ha llegado el momento de la separación. En cualquier caso la influencia islamista es grande, sobre todo en la Cirenaica, la mitad oriental.

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, pero en el caso libio mucho me temo que sea lo primero.