El Gobierno pro europeo de Moldavia enfrenta una creciente crisis azuzada por los precios del gas ruso y la influencia de Moscú en esta nación fronteriza con Ucrania, que Putin puede usar como "comodÃn" en la actual crisis.
El río Diniester no sólo marca una línea geográfica que
divide el territorio controlado por Chisinau -al oeste- y Tiraspol -al este-
sino que semeja ser un muro que separa dos concepciones de la Historia.
La que predomina en la capital de Moldavia se refiere al
legado soviético que controló esta nación hasta 1991 con monumentos como el que
antecede la estación central de ferrocarril, dedicado a recordar la represión
estalinista -"el tren del dolor", lo llamaron-, o las lúgubres
imágenes de aquellos años de brutal dictadura que se muestran en el Museo
Militar, donde se reproducen los rostros de muchas de las víctimas junto a una
recreación de los vagones que se los llevaban a los gulag.
La realidad alternativa comienza cuando se traspasa el
puesto limítrofe cercano a la aldea de Gura Bicului. Aquí desaparecen los
caracteres latinos propios del rumano -lengua oficial de Moldavia- y comienza
la égida del cirílico y de la influencia rusa, de la que dejan constancia los
soldados y las dos tanquetas de Moscú que ejercen como fuerzas de interposición
desde el final de la guerra civil de 1992.
A partir de este instante, la iconografía regresa al
pasado. Las calles de Tiraspol siguen llevando nombres como "Karl
Marx", "25 de Octubre" -en recuerdo de la revuelta de 1917- o
"Comunismo", las enormes estatuas y bustos de Lenin son una constante
y las banderas se reducen a las de la autodenominada "República de
Pridnestrovian" (Transnistria en su nomenclatura "oficial"), Rusia
y los pocos territorios que la reconocen: Abjasia, Osetia del Sur y el Nagorno
Karabaj.
Tiraspol parece sumida en el limbo temporal de la hoz y
el martillo -que siguen adornando su enseña "nacional"- pero también
en la nostalgia de la grandeza del desaparecido imperio ruso y por ello la
figura de Lenin compite en visibilidad con la de Catalina La Grande, cuya
efigie se alza en el principal parque de la localidad, o la del mítico general
zarista Alexander Suvorov, cuya leyenda recuerda que nunca perdió una batalla
de las más de 60 que libró.
La devoción de los locales se ha actualizado con
referencias a esta era y por ello las tiendas de regalos venden tazas con el
rostro de Vladimir Putin o del desaparecido general Alexander Lebed, el mismo
que dirigió el ataque ruso que derrotó al ejército moldavo en 1992.
Aquella conflagración dejó cientos de muertos y una
cicatriz perpetua en Moldavia.
En Tiraspol, los nombres de los que cayeron peleando
contra el ejército de Chisinau -que fue asistido por Rumanía- están grabados en
mármol y presentes en el enorme mausoleo erigido en su memoria que domina el
centro de la ciudad. "Nunca os olvidaremos", se lee en una frase
esculpida en la piedra.
Casi una decena de tumbas víctimas del conflicto de 1992
rodean la llama del "soldado anónimo". Todas ellas adornadas con
flores frescas.
Para políticos moldavos como el diputado Oazu Nantoi, del
Gobierno pro-europeo que lidera la presidenta Maia Sandu, Transnistria es toda
una alegoría del modelo que pretende aplicar Putin en Ucrania. Un espacio
tutelado por Moscú, con presencia militar rusa -hay cerca de 1.500 soldados
desplegados en la región separatista- y cuya existencia de facto constituye una
amenaza permanente para la estabilidad de Moldavia.
El país, uno de los más pobres de Europa, se enfrenta a
una situación muy similar a la de la vecina Ucrania. La victoria de Maia Sandu
en las presidenciales de 2020 frente al aspirante pro ruso, Igor Dodon, y la de
su formación, el Partido de Acción y Solidaridad (PAS) en las legislativas de
2021 -que le permitió obtener la mayoría absoluta en el Parlamento- han
establecido una situación única en el escenario político local dominado por
primera vez desde su independencia por el sector pro europeo.
Sin embargo, la popularidad de Sandu ha declinado en los
últimos meses al socaire de una creciente crisis económica, azuzada por el alza
de los precios del gas que procede en su totalidad de Rusia. La presidenta tuvo
que declarar el estado de emergencia en octubre cuando se enzarzó en una
disputa con la firma rusa Gazprom sobre el contrato de aprovisionamiento y ésta
amenazó semanas más tarde con interrumpir el suministro en 48 horas.
"Eso fue puro chantaje. Rusia quería provocar una
crisis económica y desestabilizar la situación política. Transnistria paga un
precio 17 veces menor que el que nos exige Gazprom. Deben cerca de 8.000
millones de dólares a Gazprom, pero Gazprom no se queja. El problema sólo es el
dinero que le debe Chisinau", afirma Oazu Nantoi.
Una opinión que comparte el ministro de Asuntos
Exteriores de Rumanía, Bogdan Aurescu -Bucarest es uno de los principales
aliados de Sandu-, que en declaraciones a este diario dijo que la "crisis
del gas fue un ejemplo de libro de texto de acción híbrida orquestada por
entidades rusas contra un país de su entorno".
Tras su reelección en diciembre, el líder político de
Transnistria, Vadim Krasnoselsky, envió una misiva a Sandu, en la que le
proponía retomar las negociaciones, una iniciativa en la que volvió a incidir
días después uno de los principales asesores de Putin, Dmitry Kozak.
"El objetivo era claro: querían vender el modelo de
Moldavia, negociando con los separatistas, para intentar reproducirlo en el
caso ucraniano de Donbas", agrega Nantoi en su despacho de Chisinau.
La presencia del contingente militar ruso en Transnistria
constituye un motivo de preocupación añadido para Ucrania, toda vez que algunos
expertos han advertido que estas fuerzas podrían participar en una hipotética
ofensiva hacia la cercana ciudad de Odesa.
Los soldados de Moscú instalados en este territorio se
sumaron el pasado día 1 a la serie de maniobras que se están desarrollando en
las últimas semanas en las zonas limítrofes con Ucrania realizando prácticas
con lanzagranadas, según informó el Ministerio de Defensa de esa nación.
Expertos como el ucraniano Sergei Gherasimkyuk,
vicepresidente del Consejo de Política Extranjera de Kiev, han advertido que
cualquier operación militar procedente del territorio separatista
"anularía el estatuto de neutralidad" de toda Moldavia, toda vez que
Transnistria sigue siendo considerada por la comunidad internacional como parte
integrante de este país.
Sin embargo, en un recorrido por localidades de la región
como la citada Tiraspol, Bender, Varnita y Parcani este periodista no encontró
ni un sólo signo de tensión o movimiento de tropas que pudiera alentar la
hipótesis pre bélica.
La cuestión de Transnistria y la presencia de soldados
rusos en ese enclave no constituye un motivo de especial preocupación para el
liderazgo del Partido Socialista (PSRM), la principal formación opositora
moldava, enfrascado en desplazar a la presidenta Sandu de su puesto.
"Con nosotros fue mejor y será mejor", se lee
en una enorme pancarta colocada frente su oficina. Es el mismo mensaje que han
escrito en los incontables paquetes de calendarios que están repartiendo por
las zonas rurales.
"Sandu ganó las elecciones presidenciales gracias a
al ataque inmoral del que fue víctima Igor Dodon (el antiguo jefe de filas del
PSRM y presidente entre 2014 y 2020) basado en noticias falsas. Pero todas las
expectativas que creó se han hundido por su incompetencia", asegura Maxim
Lebedinschi, integrante del comité dirigente de la agrupación socialista.
Para el político opositor "las fuerzas rusas no han
provocado ningún problema, están allí (en Transnistria) desde la
independencia" y no es Moscú quien intenta influir en la política interna
de Moldavia sino EEUU.
Al igual que Ucrania, Moldavia bajo la batuta de Sandu
está intentando consolidar sus relaciones con Occidente. Fue ella precisamente,
cuando ejercía todavía como primera ministra en 2014, quien firmó el acuerdo de
cooperación con la Unión Europea y la que sufrió la inmediata reacción de las
facciones pro rusas, que provocaron el colapso de su gobierno meses después.
Sandu ha expresado de forma pública su deseo de que Moldavia ingrese en el club
europeo lo que provocó la amenaza de Moscú, que por boca de su viceprimer
ministro, Dmitry Rogozin, advirtió que esa decisión tendría "serias
consecuencias".
Siguiendo el mismo patrón de conducta que se observa en
Ucrania, los críticos de la política de Sandu, figuras como Lebedinschi o el
alcalde de Chisinau, Ion Ceban, exigen a la dirigente que abandone esta senda y
sea "realista", en palabras del primero. "Si (Angela) Merkel fue
a negociar con Putin siendo la dirigente del país más poderoso de Europa, ¿por
qué no puede hacerlo Sandu?", se pregunta Ceban.
En medio de la algarabía política a la que se asiste en
Chisinau y la tensión que se observa en la vecina Ucrania, las autoridades de
Transnistria han intensificado en las últimas jornadas sus alusiones al
conflicto de 1992, que recuerda este año su 30 aniversario. Tiraspol se dispone
a organizar grandes fastos para conmemorar esa fecha, han reiterado su total
negativa a que se retiren las fuerzas rusas presentes en su territorio -que se
autodefinen como soldados "neutrales" para "mantener la
paz"- y ha alertado que en los últimos meses se han multiplicado las
"provocaciones" de Moldavia en y "la situación es muy
alarmante", según manifestó Vitaly Ignatiev, autodenominado ministro de
Exteriores de Pridnestrovian. La misma dialéctica que están usando ahora los
territorios separatistas de Donbas, que acusan a Ucrania de preparar una
ofensiva contra sus milicias.
Frente a la creciente inestabilidad política y el marasmo
financiero, las generaciones más jóvenes y preparadas han reaccionado
abandonando en masa el país. "Todos los días se van del país más de 100
personas", estima Dinu Plingau, jefe de filas de la plataforma DA, que
defiende la aproximación de Moldavia a la UE.
"La decepción de la gente con Sandu es muy grande.
Los que se marchan son los jóvenes que nos querrían ver unirnos a Europa. Los
que se quedan son los nostálgicos pro rusos. Rusia está infiltrada en todas las
estructuras de Moldavia y si la dinámica continúa así, en las próximas
elecciones sus aliados recuperarán el poder político", sentencia el joven
activista.