Los puentes entre Moyano y la presidenta están virtualmente rotos desde septiembre pasado. Poco a poco el lazo entre ambos, el ministro Julio de Vido, un peronista respetado por la vieja guardia que recela de las huestes juveniles de La Cámpora, se deshilachó y el abismo pareció más cercano, en un contexto internacional lleno de acechanzas.

El gremio de los rudos choferes, con Pablo Moyano como vocero hiriente, resolvió paros que afectaron primero a los cajeros automáticos y luego al normal abastecimiento de combustible. La decisión de jugar al todo o nada tornaba inevitable el choque. La primera mandataria adelantó su retorno desde Río de Janeiro: ordenó la intervención de la Gendarmería y accionar penalmente contra el sindicato y la cámara patronal. Si es necesario, instruyó, debe aplicarse con rigurosidad la ley que hasta contempla prisión para responsables de "boicot".

Como por arte de magia, tras una noche de tensión y estaciones de servicios semivacías y para contribuir "a la paz", Hugo Moyano y Luis Morales, de la Federación, acordaron un aumento del 25,5% para 200.000 trabajadores que se hará efectivo escalonadamente hasta marzo del 2013.

Ese entendimiento le facilitó a Moyano salir de la trampa que él mismo había construido: dejó sin efecto la medida que espantaba a la clase media y anunció una movilización a Plaza de Mayo el próximo miércoles, para exigirle a Cristina (como plantean otros sectores afectados pero que rechazan sus métodos) la suba del mínimo no imponible de Ganancias para empleados de la cuarta categoría y el pago de salarios familiares a los que perciban más de 5.200 pesos mensuales.

"Los salarios de los camioneros han pasado a segundo plano... no sirve absolutamente de nada si no se aumenta el mínimo no imponible", bramó, y logró la adhesión a la nueva protesta de los gremios que lo acompañan en la CGT y que el 12 de julio van por su reelección.

El gobierno y Moyano se atacaron con munición gruesa. Los funcionarios K tildaron al exaliado de autoritario, antidemocrático, extorsionador. El camionero retrucó: lo comparó con una dictadura militar, encuadró a sus detractores en el marco de "una corte de mitómanos" y le pidió a la presidenta que "deje de lado la soberbia" y actúe con "humildad". "No puede hacer lo que quiere por haber sacado 54% de los votos", la amonestó.

Entre los planes de Cristina no figura ceder ante Moyano. Por el contrario, está dispuesta a conceder las mejoras que se le solicitan, pero ante otros interlocutores más amigables con el "modelo". Ya lo había adelantado, entre gallos y medianoches, en abril. Luego lo difundió públicamente la viceministra de Trabajo, Noemí Rial, lo que le valió la reprimenda del titular de la cartera, Carlos Tomada.

El desafío frente a la Casa Rosada, el miércoles, seguramente concentrará a muchísima gente. Los camioneros tienen una gran capacidad de convocatoria y sumarán adhesiones variopintas. Sin embargo, los grandes gremios avisaron que no se plegarán a la medida de fuerza directa. "Río Negro" pudo saber que es inminente la conformación de una nueva confederación de sindicatos industriales pivoteada por el Smata. Su titular será Ricardo Pignanelli, quien salvó sus diferencias históricas con el líder de la UOM, Antonio Caló, y tratará de encuadrar a otras organizaciones, como las de la construcción o textiles, que están muy conformes con el cerrojo que el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, impone a las importaciones para favorecer la mano de obra local.

"Moyano es un tira bombas y quiere incendiar el país. Hay reclamos justos que compartimos, pero no nos vamos a enganchar en la disputa política", aseguraron a este diario voceros del encuadramiento que está por ver la luz.

Los días por venir estarán marcados por la dura puja. Hay incertidumbre por las endebles alianzas cruzadas. El gastronómico Luis Barrionuevo, por caso, optó por un lado por tratar de intimidar a la presidenta pero, por otro, ofertó a un hombre de su sector para integrar un triunvirato en la CGT. El cuadro es de atomización y, para agravar la situación, los sectores en pugna buscan definiciones más contundentes del gobernador Daniel Scioli, quien con su comportamiento híbrido mantiene alta aceptación popular y no reniega de sus aspiraciones presidenciales para el 2015. Moyano lo alienta –aunque por lo bajo no oculta que quisiera ver en la Rosada a un representante del movimiento obrero– y el kirchnerismo lo rechaza porque considera su pretensión como un bofetón a Cristina, aplicado a destiempo.