Hasta aquí el kirchnerismo ejecuta un plan y avanza con polémicas iniciativas en el Congreso (el blanqueo de capitales ya tuvo media sanción en el Senado), en tanto que la fraccionada oposición, que no termina de conformar un vector único, trata de acorralarlo denunciando actos de corrupción y ataques contra la Justicia y la prensa crítica.

Todos se permiten calificar a la década, con el dedo para arriba o para abajo. El filósofo Juan José Sebreli, con una opinión francamente negativa, objetó el planteo acotado a los diez años, pues en su criterio los fenómenos de crisis cíclicas en la Argentina obedecen a una deformación del populismo justicialista, que data de mediados del siglo pasado. Recordó y retrucó al genial Jorge Luis Borges, para quien los peronistas no eran buenos ni malos, sólo incorregibles.

"Después de ver la misma película desde hace más de 60 años, hay que concluir que la incorregible es la sociedad, que termina convalidando siempre lo mismo", sentenció.

Y, si bien hay una franja de dirigentes que busca correr por el centro, otros apuestan a una polarización tajante, en el entendimiento de que de dos cosas diversas y distintas alumbrará una tercera. Entre los que tratan de llevar al extremo la lucha con el oficialismo hay figuras como el gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, el diputado y empresario Francisco de Narváez y los secretarios generales de la CGT y las 62 Organizaciones, Hugo Moyano y Gerónimo Venegas respectivamente. Por otro andarivel discurren el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, el exmandatario Felipe Solá y el intendente de Tigre Sergio Massa, aun cuando a este último ya se le reprocha que con sus dilaciones para definirse por una propuesta superadora está contribuyendo a la división del espacio que le quiere poner un freno a la presidenta Cristina Fernández. Por otro lado, también con cuitas domésticas, tratan de conformar un polo radicales y socialistas del FAP, mientras que es un misterio la asociación entre "Lilita" Carrió, principal fiscal del gobierno y de los partidos no K, y el cineasta de Proyecto Sur Fernando Solanas.

Las señales de preocupación por el acontecer económico, en paralelo, van en aumento. Que la inflación (el Indec anunció un cambio de sistema estadístico desde septiembre para intentar satisfacer al FMI, que acaba de interceder a favor del país ante el juez Griessa en Nueva York) es un tema de debate en la Rosada quedó claro con la nueva lista de precios máximos para 500 productos de la canasta familiar. La presidenta llamó a ejercer un control estricto bajo la supervisión de La Cámpora y con la participación de organizaciones sociales y religiosas, lo que provocó un nuevo conflicto por lo que algunos, temerariamente, insinuaron como "milicias populares".

"¿Mirar qué? Los precios. ¿Cuidar qué? El bolsillo de los trabajadores", sintetizó Cristina al comunicar mejoras en las asignaciones sociales para los sectores más desprotegidos y salir al cruce, una vez más, de los que piden una devaluación del peso. Hizo hincapié en los acuerdos celebrados con gremios como Smata, UOM, bancarios y la construcción y afirmó que el tipo de cambio "es el más competitivo de la región".

En tal sentido, desairó los reclamos hechos por el nuevo titular de la Unión Industrial Argentina, Héctor Méndez, y la exsecretaria norteamericana Hillary Clinton. La exfuncionaria de Barack Obama rescató los movimientos de protesta espontáneos que se vienen sucediendo en Buenos Aires y se quejó de "la mano pesada" en contra de las leyes razonables del libre mercado.

Sin embargo, las luces amarillas han sido encendidas por Cristina: la desocupación trepó del 7,1 a casi el 8% y se espera que en los próximos días trabajadores camioneros, gastronómicos, estatales, de la alimentación y de estaciones de servicios exijan incrementos del 30%, seis puntos arriba del 24% considerado "testigo".

Por más risas de los funcionarios, no es un secreto la preocupación oficial por la menor actividad económica, la falta de inversión, las restricciones a la compra de dólares y el desdoblamiento del mercado cambiario.

No es el momento, aún. Pero el cristinismo está enfrascado en la sucesión. Lo primero es esperar los resultados de los comicios parlamentarios. No es lo mismo obtener un 35%, núcleo duro de los K, que un 45%, que abriría la puerta a explorar una reforma constitucional para la que se necesitan dos tercios de los miembros del Congreso.

Los kirchneristas mantienen bolilla negra para Daniel Scioli, pero éste sigue adelante con su táctica budista, a la espera de que la fruta madure y caiga en su boca. En la dulce espera, Diana Conti –promotora arrepentida del "Cristina eterna"– ensayó ahora una variante para el 2015. Pese a las complicaciones tribunalicias por el caso Ciccone, reflotó el nombre del vice Amado Boudou. "Tiene una sensibilidad humana muy apreciable... me gusta para suceder a Cristina... a Amado lo bajaron de un hondazo en la plenitud de su auge político, pero es una persona honesta a la que no hay nada que objetarle".