O, a la inversa, padece en carne propia los versos de un tango escrito por Horacio Guarany, donde el protagonista se desesperaba por aproximarse a quien quería, advirtiendo que si esta persona se le acercara, él se alejaría.

La mecha que se encendió en San Carlos de Bariloche, con el asalto a varios supermercados ante la indefensión policial, tuvo un efecto de simpatía focal pero explosivo en otros puntos del país (en Rosario, donde hubo dos muertos y en localidades del populoso Gran Buenos Aires) y tuvo por secuela acentuar la fractura entre argentinos en los días previos a las fiestas navideñas.

La dicotomía maldita recreó el clima de violencia e intolerancia y obligó a la presidente Cristina Fernández a ordenar el envío de 400 gendarmes a la provincia de Río Negro, luego de que seis meses atrás, tras los disturbios en Cerro Dragón, en Chubut, y la muerte accidental de 11 efectivos de esa fuerza que regresaban a sus bases, había dicho que no los movilizaría más para socorrer a los gobernadores provinciales.

Hubo miradas en todas las direcciones:

• El jefe de gabinete, Juan Manuel Abal Medina, dijo que no por casualidad se producían estos hechos en fechas coincidentes con los de diciembre del 2001, que culminaron trágicamente con el fin del gobierno del radical Fernando de la Rúa. Responsabilizó a "pequeños grupos marginales tremendamente violentos" que se dedicaron a pillar artículos electrónicos en Río Negro y a provocar actos de sabotaje en Neuquén. Después, al extenderse el fenómeno en esa suerte de "efecto espejo" que se buscó evitar, acusó a los sindicalistas Hugo Moyano, Pablo Micheli y Luis Barrionuevo y llamó a "cuidar los enormes éxitos" de la gestión kirchnerista.

• El gobernador Scioli, quien disimula cada vez menos sus pretensiones de llegar a la Rosada en el 2015, como sucesor natural de Cristina, aseguró estar decidido a encarcelar a los vándalos. "Algunos piensan: cuanto peor, mejor, pero la gente no come vidrios y sabe diferenciar. Somos sensibles a las legítimas demandas, pero éstos son delitos y pondremos a los delincuentes a disposición de la Justicia". No dio nombres propios como Abal Medina.

• Elisa Carrió, desde su aislamiento político, pidió "a la sociedad que ocurra lo que ocurriere, no perdamos la fe, la serenidad y la templanza".

• Francisco De Narváez solicitó a la presidenta que "pacifique los ánimos y lleve tranquilidad a la gente".

• Hermes Binner escribió: "Si un padre roba comida para su hijo, puede tener una mirada benévola... cuando el objetivo es el alcohol, electrodomésticos y la destrucción de todo a su paso, tiene la condena unánime".

• Moyano, tras repudiar los disturbios organizados, se manifestó víctima, afirmó que los trabajadores no se dejarían "avasallar" por la presidenta y deslizó que los asaltos y agresiones fueron orquestados "por el propio gobierno" para "infundir miedo" y "tapar el ajuste encubierto y perverso para poder cumplir y pagar la deuda externa". Fue impiadoso con Abal Medina y con el secretario de Seguridad, Sergio Berni, a quien tildó de "falso Rambo".

• El expiquetero D'Elía, firme defensor del cristinismo, señaló que "el pueblo está infinitamente mejor que hace 10 años y que le hagan esto es siniestro". Y denostó a algunos medios como propaladores de "rumores" que contribuyen a que se agolpe la gente. "Hay que abortar esto en tiempo y forma", exhortó.

En este cuadro de exacerbación y reproches mutuos, la situación debería tender a calmarse, dado que si bien todos mencionaban "una mano negra" detrás de los desmanes, no se visualizaba a nadie con capacidad de sacar rédito de los mismos sin perecer en el intento.

En medio del malestar generalizado –corolario de la impresionante manifestación del 8N, de la clase media, y de la protesta del sindicalismo opositor del 20N–, el gobierno anuló por decreto la cesión, en 1991, del predio de Palermo a la Sociedad Rural, lo que abrió un nuevo foco de conflicto. "Hay un evidente descontrol en sectores difusos y una falta de control por parte del Estado", expuso un pingüino raleado del centro de poder.

"Hay que aquietar las aguas y poner un freno a tanta irracionalidad", fue el mensaje que transmitió a varios excolegas que todavía circulan por la Rosada, sin animarse por ahora a contradecir a la presidenta.