Forzada por su situación personal (el azar, apuntan algunos, le permitió sortear el fallido electoral de octubre y resurgir espléndida, con la iniciativa política y sin luto pleno, cuando las aguas se habían calmado), la presidenta Cristina Fernández encumbró a un jefe de gabinete de la talla de Jorge Capitanich, dispuesto a fungir como premier y rendir cuenta ante todos y todas.

"Es un hombre activo que no descuidará la economía y subordinará a (Axel) Kicillof. Se levanta a las 6 de la mañana y trabaja 14 horas seguidas. Sobre su espalda descansará ahora el proyecto K", señaló a este diario un dirigente de la influyente liga de peronistas con voz y voto que, como muchos, observa un nuevo cuadro de situación.

No desaparecerán los problemas ni los conflictos, pero cambiarán las perspectivas y los posicionamientos. Cómo serán las cosas, que el ultra Carlos Kunkel reconoció que el baño de realismo que se dio Cristina obedeció a la pérdida de un millón de votos en la provincia de Buenos Aires.

La aplanadora rozó a otros ganadores, sea del peronismo opositor, como Sergio Massa (enredado en una foto farandulesca con su rival Miguel Insaurralde, quien insólitamente terminó de vacaciones en Miami), o del radicalismo, ya que tras un triunfo rutilante en Mendoza, a Julio Cobos sus correligionarios le cortaron las alas en la Cámara de Diputados.

Tampoco capitalizaron el escenario Mauricio Macri, por ahora fenómeno porteño con raídas ramificaciones en otros distritos, ni el socialista Hermes Binner, fuerte en Santa Fe.

Fue Cristina, previo show intimista televisivo (donde mostró el perro "Simón" que le regaló el hermano del fallecido Hugo Chávez, el pingüino de un militante que invitaba a "organizarse para transformar" y las flores rojas que le ofrendó Hebe de Bonafini), la que provocó las defenestraciones, que incluyeron la salida del polémico secretario de Comercio, Guillermo Moreno.

Y Capitanich, con un estilo abierto, urgido de dar señales de credibilidad, advirtió de movida que el desplazamiento de Moreno a Italia, desde diciembre, no debe ser visto "como un viva la Pepa" en materia de precios. Por el contrario, se empeñó en resucitar un acuerdo económico y social con empresarios y sindicalistas, en elaborar un plan para elevar las reservas en dólares y en proyectar la creación de 300.000 empleos para el año próximo.

Las recomendaciones médicas y el celoso cuidado de sus hijos obligarán a Cristina a atenuar sus tareas. Ceder protagonismo para que baje el estrés. Lo hará con la tranquilidad que le otorgó el fallo de la Corte Suprema de Justicia, convalidando la ley de medios audiovisuales. Esa sentencia fue un golpe mortífero no sólo para el Grupo Clarín (que luego se recuperó y habilitó un plan "B" para adecuarse voluntariamente a la norma), sino, como se dijo, para los ganadores del 27 de octubre, que vieron licuados sus nombres. Las tapas de los diarios ya no hablaban de ellos.

Cristina ordenó que Capitanich, con quien dialogará diariamente, deberá centralizar y coordinar la función ministerial y estar dispuesto a rendir cuentas en el Parlamento. Por lo pronto, aventando protestas, el chaqueño comunicó que las reformas al Código Civil recibirán sólo media sanción este año y que las discusiones proseguirán, democráticamente, en el 2014.

Como hombre del interior, apegado al trato con gobernadores e intendentes (algo que repercute en las ambiciones de Daniel Scioli, el candidato no natural, y el ascendente Massa), Capitanich apuntará en varias direcciones para sostener las economías regionales: reducir subsidios y darle al dólar un valor que haga más competitivas las exportaciones argentinas. Paralelamente, y en tándem con el "soviético" Kicillof, intensificará la línea acuerdista con acreedores internacionales y la elaboración de un nuevo índice inflacionario.

El retorno de Cristina detuvo "la interna de todos contra todos" y sosegó además la puja en el Partido Justicialista, que quedó para marzo, a la espera de que decanten las medidas y se vean si son efectivas para descomprimir los malos humores.

El secretario general de la CGT oficial Antonio Caló, quien hoy se va a ver al papa Francisco ("sería un milagro la unidad sindical", bromeó en la UOM), manifestó su confianza en que se mantendrán las directrices industriales. A Capitanich le pidió que no autorice una apertura indiscriminada de las importaciones.

Expresó que a los trabajadores les interesa más mantener la actividad que discutir salarios. "Somos a los que menos nos conviene la inflación", sentenció.

En su reencuentro "con los pibes", en la Rosada, el miércoles pasado, Cristina prometió "profundizar el modelo", elogió a dirigentes que habían ensayado autocríticas (mencionó a Miguel Pichetto), abogó para que los argentinos "unan esfuerzos" y se proclamó mujer "sin anteojeras".

Reivindicó en tal sentido la recuperación de YPF. "La meta es recuperar la soberanía energética. Y, como no tenemos prejuicios, nos vamos a asociar con quienes tengamos que asociarnos para conseguir capitales intensivos", avisó. Pidió luego a sus detractores que le lleven ideas y programas. "Estamos dispuestos a escucharlos, no somos cerrados", dijo a tono con la nueva etapa inaugurada y celebrada hasta por el mismísimo Eduardo Duhalde.