El gobierno está en dificultades. Polemiza con la Corte Suprema de Justicia. Y la presidenta Cristina Fernández, en vísperas de las PASO y las elecciones legislativas, se manifestó "dispuesta a enfrentar todo lo que venga con tal de dejar un país mejor organizado, donde sus tres poderes sean absolutamente democráticos y abiertos al pueblo y, sobre todas las cosas, independientes de las grandes corporaciones".

Los contratiempos del Ejecutivo que controla con mano férrea la Rosada desde el 25 de mayo de 2003, cuando Néstor Kirchner asumió con poco más del 22% de los votos y el apoyo del aparato bonaerense que luego le birló a su mentor, Eduardo Duhalde, no son menores ni pasan desapercibidos. Pero, aun pese al desgaste de la función y a los cortocircuitos internos (uno de los pingüinos expulsados suele decir que "el cristinismo será el sepulturero del kirchnerismo"), el oficialismo cuenta con algunas ventajas palpables: un electorado fiel que, según mediciones propias y ajenas, oscila entre el 30 y el 35%, y el manejo estricto de "la caja", que tanto disciplina incluso a gobernadores e intendentes que refunfuñan por lo bajo y emiten gestos de autonomía y complacencia con los "enemigos".

Afectado por la nueva tragedia ferroviaria en el Sarmiento –cuyas causas están siendo dilucidadas por los peritos–, la administración de la dama podría perder el alfil con el que pensaba combatir en el principal distrito del país. Si trastabilla el ministro Florencio Randazzo, y habida cuenta de que no se quiere exponer a Alicia Kirchner a una derrota, podría dar un paso adelante el viceministro Sergio Berni, a cargo hoy de la sensible área de Seguridad, afectada en los últimos días por la irracional violencia en el fútbol.

Con escasos días para que aparezcan los candidatos, el oficialismo corre con otro aditamento favorable: la oposición de centroderecha, la que incuba en su propio partido, el peronismo (vía De Narváez, Moyano, Venegas, De la Sota, Lavagna), no pudo cerrar filas en forma integral con el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, ni tampoco lograr definiciones tajantes en contra de los K por parte del mandatario Daniel Scioli y el intendente de Tigre, Sergio Massa.

Mientras el arco de centroizquierda, licuado el liderazgo del socialista Hermes Binner, ensaya parcialmente disputas civilizadas (aunque el pronóstico de supervivencia es incierto), una de las grandes contradicciones en el andarivel opuesto anida en la proyección presidencial para el 2015.

Los justicialistas que defienden el actual proyecto, entre ellos el rionegrino Miguel Pichetto, se quejan de la pretensión de la Corte de imponer "el gobierno de los jueces" que, en su criterio, consiste en deformar el sistema de decisiones democráticas. Arguye que el alto tribunal tiene el control de la constitucionalidad, pero permite los abusos cuando deja proliferar las medidas cautelares o ignora leyes votadas por el Congreso con mayoría calificadas.

Las declaraciones del titular del bloque de senadores del FpV se anticipan a dos resonantes casos sobre los que la Corte fallaría en forma inminente: según se señaló a este diario, ratificaría el fallo de María Servini de Cubría y anularía la elección, por el voto popular, de miembros del Consejo de la Magistratura el próximo 11 de agosto y, por fin, se pronunciaría sobre el fondo de la ley de Medios, que hace cuatro años no se aplica por reparos del Grupo Clarín.

–¿Cómo asumirá Cristina el traspié de los consejeros?

–Respetuosa, igual que pasó con la 125 –confió uno de sus asesores.

–¿Tan fácil?

–Seguramente esperará una compensación, a través de la aplicación de la norma sobre medios.

–Tendrá que avenirse a una negociación, no es posible ir por todo–, avisó uno de los que están tratando de conciliar posiciones en la cúspide institucional.

Cristina suele mostrarse intransigente. "Kirchner destruía, pero al mismo tiempo construía. Hasta aquí ella sólo destruye", deslizó otro que salió catapultado de la pingüinera y que observa las reuniones sigilosas entre el secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini, y el jefe de gabinete bonaerense Alberto Pérez,

En este último caso, se podría abrir algún cauce para que Scioli pueda jugar, sin tantas amonestaciones (pero vigilado por Cristina conductora), con el propósito de "darle continuidad, con cambios, a este modelo".

Difícil, sino improbable, que Cristina acepte flexibilizar su mando, puesto en duda en varios distritos. La última que lo cuestionó, en un encuentro en el que no habrían faltado los gritos, fue María Eugenia Bielsa, al negarse (tras fracasar una gestión sigilosa de Zannini) a ser primera candidata a diputada en Santa Fe, un distrito adverso al peronismo desde la deserción de Carlos Reutemann.

Después de octubre, con los números sobre la mesa, se abrirá el espinoso tema de la sucesión.

"No hay plan B y eso es muy peligroso, porque Cristina tampoco tiene un plan A", juzgó preocupado un gran conocedor del matrimonio Kirchner.