En su último informe sobre movilidad económica en América Latina, el Banco Mundial resalta que en los últimos 15 años dos tercios de la población del continente han experimentado una reducción drástica en los niveles de pobreza, y destaca que el 30% de este sector se encuentra posicionado en el segmento de clase media. Un resultado por demás alentador.

Sin embargo, antes de cantar victoria, es necesario evaluar las condiciones en las que esta nueva clase media se encuentra, y —más importante aún— si puede mantener su nueva condición económica y social de manera sostenible, sin temor a que, por azares del destino, los gobiernos o la economía los obliguen a retornar a su condición inicial de pobreza.

Primero, cabe recordar que muchos gobiernos, impulsados por las demandas sociales generadas durante décadas de exclusión y abandono, iniciaron procesos de redistribución de los excedentes obtenidos gracias a las inmejorables condiciones de precios de las exportaciones de sus recursos naturales, a través de bonos y subsidios directos. Medidas que permitieron captar ingresos adicionales a la población marginada. Sin embargo, la bonanza no va a perdurar indefinidamente, por lo que existe un alto riesgo de reversión económica internacional. Consecuentemente, la política redistributiva de los gobiernos se puede tornar insostenible, lo que implicaría un retroceso en la formación y consolidación de las clases medias.

Segundo, ciertos segmentos que emergen como nuevas clases medias en la región, incluido el país, se están estructurando a partir de actividades informales, ya sea porque sus negocios no están empadronados en los registros tributarios (con la consecuente evasión de impuestos), porque evitan la afiliación de sus dependientes a los seguros sociales de jubilación y salud, o porque están generando ingresos de manera ilícita. En la medida en que haya un proceso de formalización económica y legal emprendida por los gobiernos, existe la posibilidad de truncar la consolidación de este tipo de clase media.

Finalmente, se debe evitar el atribuir el surgimiento de una nueva clase media a un hecho meramente económico, asociado al incremento de los ingresos. Tal clasificación es sesgada e incompleta si se realiza un análisis holístico de las condiciones inherentes a un determinado sector social. Además de un ingreso estable y menos vulnerable a los ciclos económicos, el surgimiento de una clase media incluye elementos subjetivos que hacen a su condición, como considerar la educación y la salud de sus futuras generaciones un activo de vida más que una necesidad de formación o mantenimiento de salud.  Queda entonces ser cuidadosos al momento de evaluar si existe una clase media en proceso de consolidación o una clase a medio formar, y que en el camino se puede convertir en una clase media empobrecida.