Hijo de un millonario progresista y de origen palestino, preside un país traumatizado por un pasado violento.Ni de izquierdas ni de derechas, el presidente de El Salvador es difícil de encasillar en el nuevo populismo.
Es el país más violento del mundo, –al menos de los que
no están oficialmente en guerra–, donde los homicidios alcanzaron un
terrorífico 105 por 100.000 a medios de esta década, tres veces más incluso que
en el ya violento vecino Guatemala. Donde la pandilla sádica mara Salvatrucha
(MS13) –de orígenes en Los Ángeles- ingresa 600.000 dólares al mes por
extorsión y secuestros, y donde uno de cada cuatro ciudadanos se ha visto forzado
a huir del país, la mayoría a Estados Unidos.
El país, vive aún traumatizado por las guerras sucias
financiadas desde Washington en los ochenta y por el recuerdo de la masacre de
Mozote de 1981 en la que el ejército mató a un millar de campesinos acusados de
colaborar con la guerrilla. Joan Didion escribió, tras citar el Corazón de las
tinieblas de Conrad: “Los cuerpos o los trozos de los cuerpos aparecen todos
los días ; es la normalidad”.
Resulta un poco chocante, pues, que el nuevo presidente
de este país, El Salvador, sea conocido -como un tipo cool de la generación de
los millennials, que no se toma las cosas demasiado en serio. -Nayib Bukele, de
37 años y origen palestino, hace alarde de un sentido del humor un tanto ganso,
expresado cada dos o tres horas en una cuenta Twitter que nada tiene que
envidar a la de Donald Trump por la intensidad de los ataques contra sus
adversarios y la falta de protocolo. Es amigo de los youtubers hispanos más de
moda, uno de las cuales, Aron Play, nacido en Badalona, fue nombrado ministro
por Bukele en un tuit satírico del nuevo presidente.
Hijo de un empresario multimillonario y políticamente
progresista, Bukele ha prosperado en un entorno de negocios dominado por
oligarquías y grupos delincuentes. Creó su primera empresa a los 18 años.
Barbudo más al estilo del cantante de reguetón Maluma que de Fidel Castro, y
aficionado a los vaqueros de marca italiana, las gafas de sol reflectoras color
azul, y una gorra de béisbol con la visera echada hacia atrás, anunció en un
tuit tras ganar las elecciones en abril: “Soy el presidente mas cool y guapo
del mundo.”. En otro vídeo distribuido al millón de seguidores que tiene en Facebook,
apareció al volante de un Ferrari. Algo está claro: en un país de extrema
desigualdad, con una tasa de pobreza (menos de dos dólares al día) del 38%,
Bukele no tiene miedo a provocar.
Pese a ello, ha inyectado una dosis de esperanza en El
Salvador, como si sus tuits presumidos ayudasen a curar la autoestima
traumatizada del pequeño país centroamericano, de sólo seis millones de
habitantes y una superficie un poco más pequeña que Galicia. Los migrantes
salvadoreños que cruzaban en masa el puente de Talismán en la frontera de
Guatemala y México el mes pasado, aplaudieron casi sin excepción. “Este nuevo
gobierno es distinto, ha dado una salida al país”, dice Mario Ernesto López, de
33 años, comerciante de la capital de El Salvador, de la cual Bukele fue
alcalde entre el 2015 y el 2018. “Yo voté a la izquierda del FMLN; esperaba que
esos dieran el cambio, pero todo empeoró”, dijo en referencia al gobierno
anterior de la antigua guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación
Nacional.
El colapso del voto del FMLN tras una década en el poder,
así como de Arena, el histórico partido de la derecha, abrió la puerta a la
victoria espectacular de Bukele que, al igual que otros nuevos presidentes
latinoamericanos, ha rentabilizado el desmoronamiento del sistema político
tradicional. “Hay dinero suficiente si nadie roba”, repetía en su campaña,
dando a entender injustamente que el FMLN había sido tan corrupto como Arena.
No era verdad, pero funcionó. A la cabeza del partido de centro derecha GANA,
se hizo con el 53% de los votos.
Pero Bukele es un político camaleónico. Hay quienes dicen
que es de la izquierda , otros de la derecha. Y esta ambigüedad probablemente
es parte del plan. Ganó las elecciones a la alcaldía de El Salvador como
candidato del mismo FMLN antes de provocar su propia expulsión y así justificar
el mote que acuñó para si mismo: la Oveja Negra.
Bukele no se deja encasillar. Es aliado del nuevo
presidente de izquierdas en México Andrés Manuel López Obrador en el proyecto
de integración y fomento del desarrollo en el llamado triángulo del norte
centroamericano –El Salvador, Guatemala y Honduras–. Pero su respuesta a la
foto de padre e hija salvadoreños ahogados en el río Bravo el mes pasado
parecía un tuit de Trump. “La culpa es de El Salvador”, dijo.
Se reunió en Washington con la ultraconservadora Heritage
Foundation y defendió la desregulación económica. Pero en su campaña electoral
arremetía contra Arena por oponerse a una subida del salario mínimo (unos 250
dólares al mes). Nada más llegar al poder rompió los lazos diplomáticos con
China para favorecer a Taiwan. Pero luego cambió de idea y reconoció a Pekín.
No invitó a Nicolás Maduro a su toma de posesión pero tampoco invitó a Juan
Hernández Orlando, el presidente conservador del vecino hondureño, un estrecho
aliado de EE.UU. “No tiene ideología ;es pragmático y puede tener éxito”, dijo
Julio Raudales, ex ministro de Desarrollo en Honduras en una entrevista
telefónica. Pero en estos momentos, “no tiene ni idea de lo que es gobernar y
da la sensación de que no tiene un plan”.
Lo cierto es que más allá de la ideología del cool, es
muy difícil ubicar a Nayib Bukele en el mapa político. “Es un nuevo tipo de
populismo que puede enfrentarse a los intereses creados en El Salvador, y esto
quiere decir chocar con la mara Salvatrucha”, dijo un experto en desarrollo
latinoamericano de una institución multilateral en Washington.
Sin embargo, otros retratan a un oportunista de la vieja
escuela: “Se opuso a la privatización del agua para ganar votos del FMLN pero
ahora parece que quiere incorporar al sector privado; arremetió contra el
nepotismo; ahora está metiendo a su familia en el Gobierno”, dice Alexis
Stoumbelis, directora del comité de solidaridad con el pueblo salvadoreño en
Washington. En cuanto al mea culpa de Bukele por la muerte de los migrantes ,
Stoumbelis añade: “Dado lo que ha hecho EE.UU. en El Salvador. debería estar
pidiendo reparaciones a Washington” .
Al menos, Bukele ha anunciado que el Estado salvadoreño
pagará reparaciones al pueblo de El Mozote. El mes pasado ordenó -en un tuit-
que el ejército borre el nombre del militar responsable, Domingo Monterrosa, de
la pared del cuartel desde donde se coordinó la masacre. Ya no está.