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13/09/2009 | EE.UU. - Giro en la política antiterrorista

Marc Bassets

Abordar las causas:El presidente cree que sin abordar las causas será difícil derrotar el terrorismo.Atentados lejanos:El 11-S empieza a alejarse; el fervor patriótico y belicista se ha atenuado. En pleno giro de la política antiterrorista de Estados Unidos, Barack Obama conmemoró ayer su primer 11-S como presidente.

 

En el cargo desde enero, Obama ha dejado de recurrir a la expresión "guerra contra el terrorismo", usada por su antecesor George W. Bush. Y quiere combatir el terrorismo no sólo con bombas sino abordando sus causas.

"Podemos capturar a todos los terroristas que queramos, a sus líderes y a los soldados, pero si no conseguimos afrontar las condiciones políticas y sociales en las que los extremistas prosperan, siempre habrá otro recluta preparado, otro ataque a punto de perpetrarse", dijo hace unas semanas, en un discurso en Washington,

John Brennan, el zar antiterrorista de Obama.

Ocho años después de los atentados de Al Qaeda contra Estados Unidos, el presidente ha renegado de métodos antiterroristas aprobados por la administración Bush - como algunas formas de tortura-y ha prometido cerrar la cárcel de Guantánamo.

No todo es ruptura, sin embargo, en la nueva política antiterrorista de la primera potencia mundial. Las reticencias a juzgar a los responsables de los abusos y las torturas en los últimos años lo evidencian.

El demócrata Obama, en palabras casi calcadas a las de Bush, dice que su máxima preocupación al levantarse por la mañana y al acostarse por la noche es proteger a sus conciudadanos.

Al Qaeda sigue siendo el enemigo.

Y el nuevo presidente ve en la cuestionada guerra de Afganistán, que Estados Unidos lanzó en respuesta a los atentados, una guerra justificada, al contrario que la de Iraq.

"Renovemos nuestra firmeza contra quienes perpetraron aquel acto bárbaro y contra quienes conspiran contra nosotros. En defensa de nuestra nación, nunca flaquearemos. En la persecución de Al Qaeda y sus aliados extremistas nunca dudaremos", dijo ayer en una ceremonia solemne en el Pentágono, en las afueras de Washington.

Obama, que antes guardó un minuto de silencio en el jardín de la Casa Blanca, fue breve. El tono fue religioso, con varias alusiones bíblicas, y patriótico.

El 11 de septiembre del 2001, cuatro aviones secuestrados por islamistas se estrellaron contra las Torres Gemelas de Nueva York, contra el Pentágono y contra un prado en Shanksville, en el estado de Pensilvania. Murieron cerca de tres mil personas.

Ocho años después, aquellos atentados empiezan a quedar más lejos. En muchas escuelas, el 11-S ya es una lección de historia, más que un recuerdo vivo.

"Es casi como enseñar la Guerra Civil", dijo Julie Fox, una profesora de instituto, al diario The Boston Globe.Debra Burlingame, hermana del piloto de uno de los aviones, expresó a Associated Press el temor aque la conmemoración acabe difuminándose y pareciéndose al día de la Tierra.

El fervor patriótico y belicista posterior a los atentados se ha atenuado. A los estadounidenses les preocupa más el paro que la guerra contra el terrorismo. Sin servicio militar obligatorio y con una parte ínfima de la población en combate, Iraq y Afganistán son guerras remotas que no repercuten en la vida cotidiana.

Eso sí, los estadounidenses siguen fiándose más de los republicanos que de los demócratas para proteger Estados Unidos. La Administración Bush se apuntó el mérito de haber evitado otro atentado, un logro que parecía difícil en el otoño del 2001.

Y sus defensores, con el vicepresidente Dick Cheney a la cabeza, sugieren que si se produce otro atentado, Obama deberá asumir la responsabilidad por haber desmontado Guantánamo - una promesa aún no realizada-y por haber renunciado a los métodos más dudosos de la CIA.

Lo cierto es que otro ataque podría desbaratar los equilibrios del presidente para pasar página y al mismo tiempo cambiar la política antiterrorista.

Osama bin Laden sigue en paradero desconocido. Y Estados Unidos prepara la retirada de Iraq, cuyos vínculos con los atentados nunca se demostraron.

Pero también se prepara para prolongar una guerra incierta e impopular en Afganistán. Para muchos, el vínculo entre esta guerra y Al Qaeda cada vez es menos evidente.

Ya en el 2002, en vísperas de la invasión de Iraq, Obama, entonces un desconocido senador estatal en Illinois, definía Afganistán como la guerra justa e Iraq como la guerra injusta. Un año antes, después de los atentados, Obama resumió en un artículo en una revista de barrio en Chicago su reacción ante el 11-S. "La esencia de esta tragedia deriva de la ausencia fundamental de empatía por parte de los agresores: una incapacidad para imaginar o conectar con la humanidad y el sufrimiento de los demás", escribió. "Esta ausencia de empatía, esta frialdad ante el dolor de un niño o la desesperación de un padre, no son innatas ni, según nos enseña la historia, son propias de una cultura, religión o etnia. Puede encontrar su expresión en una forma particular de violencia, y demagogos y fanáticos pueden canalizarla. Lo más habitual, sin embargo, es que aparezcan en un clima de pobreza e ignorancia, desamparo y desesperanza".

La filosofía de Obama - fijarse también en el "desamparo" y la "desesperanza" en las que surge el terrorismo-estaba definida en este artículo del 2001. Entonces, en pleno fervor patriótico y militarista, iba a contracorriente. Ahora es la política de EE. UU.

OCTAVO ANIVERSARIO DE LOS ATENTADOS

20 años de terror islámico


Al Qaeda nace a finales de los 80 en Peshawar. Su líder, Osama bin Laden,quiere expulsar a la URSS de Afganistán.

A finales de los 90, Al Qaeda atenta contra objetivos de EE. UU. y sus aliados en Islamabad, Dhahran, Nairobi y Dar es Salaam: 251 muertos.

Al Qaeda mata a 2.982 personas el 11 de septiembre del 2001 en Nueva York, Washington y Pensilvania, y cambia el mundo.

Estambul, Bali, Riad, Casablanca, Egipto, Ammán y Argel, blancos de Al Qaeda entre el 2002 y el 2007: 460 muertos

La Vanguardia (España)

 


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