"No más sangre por petróleo", gritaban los manifestantes por todo el mundo en el invierno del 2003, en vísperas de la invasión de Iraq por Estados Unidos.

También por aquella época, el magnate Rupert Murdoch aplaudía la guerra y argumentaba: "Lo mejor que saldrá de todo esto para la economía mundial sería, por decirlo de alguna manera, que el barril de petróleo costase 20 dólares.

Sería más grande que cualquier recorte de impuestos en cualquier país".

Unos años después, Alan Greenspan, entonces presidente de la Reserva Federal, escribió: "Me entristece que políticamente sea inconveniente reconocer lo que todo el mundo sabe: que la guerra de Iraq fue en gran parte por el petróleo".

Casi siete años después de la invasión, sin embargo, el barril ronda los 70 dólares, y la sospecha de que Estados Unidos lanzó aquella guerra para controlar el petróleo iraquí se ha evaporado.

Iraq ha empezado a subastar los derechos para desarrollar sus grandes campos petrolíferos. Y las petroleras estadounidenses han quedado relegadas en favor de compañías chinas, rusas y de Europa occidental.

El fin de semana pasado, las autoridades iraquíes organizaron la primera gran subasta por los derechos de explotación de su petróleo, el país con más reservas después de Irán y Arabia Saudí. Las compañías estadounidenses quedaron excluidas.

De los diez contratos otorgados - los del fin de semana más tres previos-sólo una petrolera de EE. UU. - Exxon Mobil-lidera un consorcio, y otra - Occidental Petroleum-es socio menor de otro. La petrolera estatal china CNPC se ha hecho con dos campos, así como dos rusas, la estatal Gazprom y la privada Lukoil.

Algunos partidarios de la guerra de Iraq se han aprestado a subrayar que las subastas demuestran que la administración Bush no hizo la guerra por petróleo.

"Al final resultó que Estados Unidos no fue a Iraq para robar los recursos naturales. Aparentemente, sin embargo, garantizamos una subasta ecuánime por parte de un gobierno constitucional que ha preferido que compañías no americanas bombeasen su petróleo. Al final, éramos más idealistas - o ingenuos-que conspiradores", ha escrito el conservador Victor Davis Hanson.

Ben Lando, director de la publicación Iraq Oil Report,advierte que la reciente subasta "ni prueba ni deja de probar" que la guerra se hiciese por petróleo.

El debate no ha terminado. Figuras clave de la administración Bush como el primer enviado a Bagdad, Jay Garner, y el ex embajador Zalmay Khalildzad tienen negocios en Iraq. Pero el papel discreto de las petroleras estadounidenses puede obligar a revisar el relato de la guerra.

"Más de la mitad de las compañías precalificadas por el Ministerio del Petróleo para pujar decidieron no hacerlo. Creo que al final fue por una cuestión financiera. Decidieron que el riesgo inherente de invertir en Iraq no compensaba", dice Lando. El director de Iraq Oil Report señala que la ausencia de una legislación para el sector, las disputas entre centralistas y federalistas por el control del crudo, la volatilidad política y las infraestructuras deficientes alimentan la incertidumbre. Y la incertidumbre espanta a algunos inversores.

"Lo que creemos que es importante es que las inversiones extranjeras vuelvan a Iraq, y que estén desarrollando la industria petrolífera que es esencial para proveer los recursos económicos necesarios para estabilizar Iraq, para que su economía crezca y para extender la esperanza y las oportunidades al pueblo de Iraq", dijo el lunes la secretaria de Estado, Hillary Clinton.

Iraq, que mantiene la propiedad del petróleo y sólo cede su explotación con un precio fijo por barril para las compañías, debe ir a las urnas en marzo del 2010. A finales del 2011 está prevista la retirada de Estados Unidos, que ha perdido a más de 4.000 soldados en la guerra. "Esto todavía es una zona de guerra", constata Lando, que vive en Bagdad.

Algunos expertos observan que muchas de las empresas que han obtenido los contratos son públicas. Las estadounidenses, que son privadas y se deben a sus accionistas, prefieren esperar.

La presencia rusa y china en Iraq refleja la pujanza de potencias alternativas a Estados Unidos. Y sugiere un giro irónico en la historia: parte de los recursos naturales acabarán en manos de los detractores de la guerra.