La política económica alemana que está por venir debe ser observada más allá de la estrecha polémica sobre bajar o subir impuestos. La política fiscal se podrá retocar y racionalizar, habrá reformas y cambios en los próximos cuatro años, pero no va a haber una bajada de impuestos a medio plazo. Lo que si habrá serán dolorosos recortes sociales, más allá de la llamada "Agenda 2010" aplicada por los socialdemócratas a partir de 2003 y que ha tenido por consecuencia el hundimiento electoral de su partido el domingo pasado.

Alemania es el país del "estado social", del consenso, la Mitbestimmung (cogestión) y de las políticas económicas moderadas. Aquí los liberales no son del tipo anglosajón. Comparten con ellos cierta alergia al Estado, pero ese rasgo no significa lo mismo en un país que el Estado es quien define la política y no al revés. Esto es Alemania. Y Alemania sumida en una crisis resultado del exceso de desregulación, con más razón.

Pocas fantasías

Los números que ofrece Wirtschaftswoche, el principal semanario económico del país, son los siguientes; 320.000 millones menos de ingresos por impuestos para los próximos cuatro años, que se sumaran al actual déficit presupuestario de 100.000 millones; el Estado deberá restar a los ciudadanos 34.000 millones entre 2011 y 2013, es decir tres veces más que el actual presupuesto de educación e investigación y agujeros en el sistema de los seguros sociales. Las ayudas con el "subsidio de desguace" a la industria del automóvil se han terminado, y los 1,4 millones de trabajadores en régimen de jornada reducida tienen fecha de caducidad. La perspectiva es acercarse pronto a entre cuatro y cinco millones de parados, con 90.000 puestos de trabajo en peligro en la industria del automóvil y otros 180.000 en el sector financiero. En Alemania no es la hora de las medidas neoliberales radicales, sino de la prudencia. Hay que olvidarse de los discursos de la campaña electoral.

La CDU de Merkel defendíó una subida del umbral impositivo máximo desde 52.000 euros, a 60.000, y una bajada del tipo impositivo mínimo desde el actual 14%, al 12%. Otras reformas fueron mencionadas sin entrar en detalle. Solo los cambios de umbrales significan restar 15.000 millones a Hacienda. Los recortes previstos por los liberales del FDP significan una merma aun mayor: 80.000 millones anuales, según algunos institutos. El impuesto sobre beneficios industriales que el FDP quiere abolir, es la principal fuente de financiación de los ayuntamientos.

Gobernar un equilibrio de presiones

El Presidente de las cámaras de comercio e industria (DIHK), Hans Heinrich Driftmann pide una revisión de los impuestos de sociedades y de derechos reales. El nuevo gobierno debe crear, "un ambiente favorable al crecimiento" y flexibilizar el despido, se dice en medios empresariales. Los grupos energéticos EON y RWE presionan para que se de marcha atrás al abandono de la energía nuclear, con la última central desconectada en 2021, que se legisló en 2002. Estas presiones van a actuar y algo conseguirán, pero, "la Canciller no va a dejarse dictar un cambio radical por los liberales", señala el Financial Times Deutschland. "No hay espacio financiero para una bajada de impuestos", dice Peter Bofinger, del consejo de "cinco sabios" que asesora al gobierno alemán en materia económica. "Los aumentos de impuestos van a ser ineludibles", dice Wolfgang Franz, el presidente del grupo. "Si el gobierno quiere contener la deuda, deberá aumentar el IVA", augura. Bofinger explica que tal subida, "no está en la agenda política" -la "gran coalición" de Merkel ya subió el IVA tres puntos en 2005, desde el 16% al actual y vigente 19%- pero con un fuerte aumento del déficit y una bajada de los impuestos directos, "tendremos que mentalizarnos a una subida del IVA", dice.

El recorte social será políticamente delicado porque a diferencia del anterior, el nuevo gobierno tendrá una oposición ideológicamente alineada en el parlamento y una sociedad condenada a pagar la crisis. Tocar el parón nuclear en ese explosivo contexto, será muy arriesgado. Los impulsos que la nueva coalición alemana emita a Europa están por ver, pero lo que está claro es que este país ya está intentando aprovechar la crisis para afirmar sus intereses nacionales, algunos de ellos imbricados con la gran geopolítica europea.

Avanzar intereses nacionales

En Pittsburgh, Merkel y Sarkozy fracasaron en su intento de poner en el centro del debate una regulación global de los bancos con restricción de los sueldos de los banqueros. Se trataba de promocionar los intereses de sus respectivos sistemas bancarios frente a los desprestigiados métodos de la banca de Estados Unidos. El intento quedó en mera declaración, en cambio avanzó una conversión del G-8 en G-20 que disuelve la influencia europea, mas que americana, en ese foro. Lo mismo pasa en el FMI. El Presidente del Bundesbank Axel Weber, se ha quejado esta semana de que la reforma del FMI se ha utilizado para "reducir la representación de los países de la UE" en la dirección. "Alemania y la UE deben estar representadas de forma justa", "el FMI será reconocido en la medida en que sus miembros estén representados correctamente en sus órganos", dice. La nueva coalición va a utilizar la crisis que debilita el orden mundial presidido por Estados Unidos para afirmar sus intereses nacionales. La tensión entre militares americanos y alemanes por el bombardeo del 5 de septiembre en Afganistán, la creciente independencia alemana en materia de satélites militares, los intentos de cambiar el sistema bancario internacional, o la apuesta enfocada a Rusia en la operación de salvamento de Opel, son datos de una misma serie.