Entrevista a Irving McCullough, especialista en seguridad nacional y legislación sobre filtraciones en Government Accountability Project.
De difícil traducción al castellano, porque en inglés
tiene una connotación positiva no como las palabras filtrador, soplón o
denunciante que ofrece el diccionario, la figura del whistleblower goza de una
larga tradición en Estados Unidos . Desde 1998, una ley específica permite a
los empleados de los servicios de inteligencia “hacer revelaciones de forma
protegida” cuando saben de irregularidades o abusos de poder, explica Irvin
McCullough, especialista en seguridad nacional de Government Accountability
Project, una organización sin ánimo de lucro que ha representado a más de 8.000
whistleblowers o denunciantes en sus 40 años de historia, asesora al Congreso
cuando legisla sobre la materia y ha ayudado a redactar leyes a la UE y decenas
de países.
“No importa que el filtrador no tuviera información de
primera mano”
A esta legislación recurrió el empleado público que
destapó el escándalo de las presiones del presidente Donald Trump a su homólogo
ucraniano, Volodymyr Zelenski. El hecho de que el filtrador no fuera testigo
directo de algunos hechos no resta credibilidad a su denuncia, afirma McCullough,
en contra de lo que sugiere el Partido Republicano o el propio presidente.
“Nada más recibirla el inspector general abrió una investigación y en el plazo
de 14 días previsto pudo verificar todo lo que decía por su cuenta, por eso no
importa que el filtrador no tuviera información de primera mano”, recalca.
“Lo que me parece muy preocupante es que el director en
funciones de Seguridad Nacional [Joseph Maguire] y sus abogados no estuvieran
de acuerdo con el inspector general sobre la urgencia del caso. Ejercer presión
sobre estas personas con la esperanza de cambien o retiren sus conclusiones es
muy peligroso. Es una amenaza al sistema de rendición de cuentas del sistema
político estadounidense”, afirma McCullough. “Entiendo que Maguire pidiera opinión
al Departamento de Justicia pero estoy en desacuerdo con sus conclusiones,
porque todo lo que hace es proteger al presidente y a altos cargos de su
administración, para impedir que sean investigados por el inspector general”.
“Los filtradores son sus ojos y sus oídos sobre el
terreno cuando se investiga irregularidades”
“Es sencillamente horrible que Trump llame espías y
traidores a las personas que revelan irregularidades, y que sugiera que hay que
ejecutarles”, opina McCullough, como hizo ayer el presidente en una reunión a
puerta cerrada en Nueva York ante medio centenar de personas, según varios
medios estadounidenses, cuando dijo que “en los viejos tiempos” se las trataba
de otra manera. “Con estas declaraciones, está diciendo a la gente que trabaja
en la Casa Blanca que ni se les ocurra ir a ver al inspector general, que no
colaboren con el Congreso ni con nadie cuya función sea controlarlo”.
La actitud del gobierno llevará a que “menos personas
esté dispuestas a ir al inspector general a avisar de algo que han visto o
colaborar con sus investigaciones” y la rendición de cuentas del gobierno será
menor. El Congreso, vaticina McCullough, “va a tener más dificultades para
obtener información de potenciales denunciantes y el inspector general va a tener
menos fuentes dispuestas a decirle dónde están escondidos los cuerpos. Los
filtradores son sus ojos y sus oídos sobre el terreno cuando se investiga
irregularidades”.
“Muchas personas que hacen revelaciones encubiertas temen
sufrir represalias. En muchos casos esos temores se hacen realidad”
A pesar de su nombre, “la ley de protección de los
informantes no ofrece protección, sólo fija el proceso por el que los miembros
de la comunidad de Inteligencia pueden hacer saber alguna irregularidad
contactando al inspector general, que ejerce un papel de vigilancia, y a través
de él, al Congreso, en concreto a la comisión de Asuntos de Inteligencia de la
Cámara de Representantes”. En su experiencia, “muchas personas que hacen
revelaciones encubiertas temen sufrir represalias. En muchos casos esos temores
se hacen realidad”.
Una ley del 2012 prohíbe tomar medidas contra los
denunciantes anónimos dentro de los servicios de inteligencia. Si se ven en esa
situación, pueden pedir al inspector general que les defienda; si concluye que
han sufrido una discriminación, puede recomendar al director de la agencia en
cuestión que anule el castigo. “He conocido a muy pocos denunciantes que quieran
serlo. Es un acto de gran valentía al que mucha gente se ve abocada sin
buscarlo, cuando en su trabajo ven conductas irregularidades o abusos de
autoridad y quieren revelarlo”. O tocar el silbato, que es lo que literalmente
significa el término inglés.
“He conocido a muy pocos denunciantes que quieran serlo.
Es un acto de gran valentía al que mucha gente se ve abocada sin buscarlo”
No le sorprende la muy diferente reacción del partido
demócrata entre esta filtración y otra, de dimensiones masivas, la que
protagonizó en el 2013 Edward Snowden, exanalista de la NSA y la CIA Edward
Snowden, actualmente exiliado en Rusia. “Políticamente los casos son
diferentes, ya que este denunciante acudió a los llamados canales adecuados
para hacer su revelación pero en general este tipo de denuncias cuenta con un
apoyo amplio en ambos partidos. Espero que los políticos de todos los colores
sumen fuerzas para impedir que este denunciante sufra represalias”.
Es cuestión de tiempo que se conozca la identidad de
la persona que presentó la denuncia, sospecha este analista del Government
Accountability Project. “Es un--a pena pero dado el interés público en el caso
hay un alto riesgo de que salga a la luz su identidad. Estamos hablado de
empleados que se ocupan de temas de seguridad nacional, que trabajan entre
sombras para mantener seguro a EE.UU. y que querrían que siguiera siendo así.
Seguro que este denunciante querría seguir siendo anónimo, por eso creo que es
lamentable que el riesgo de que se conozca su identidad sea tan alto”. Anoche,
al diario The New York Times le llovían las críticas por identificar al
filtrador como un agente de la CIA que estuvo destinado en la Casa Blanca y
ahora ha asumido otras funciones.