El Fondo Monetario Internacional, que este fin de semana ha quedado descabezado tras la detención en Nueva York de Dominique Strauss-Kahn por acoso sexual, no puede decir que no estuviese avisado. 

El director gerente y aspirante a la presidencia francesa es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Pero que sus relaciones con las mujeres podían ser conflictivas era cosa sabida. En París y en Washington, sede del FMI, que esta semana ha recibido críticas de la prensa estadounidense por haber mirado para otro lado ante el comportamiento pasado de su jefe. 

"¿No prestó atención el Fondo a alegaciones pasadas?", se preguntaba ayer The Washington Post en un editorial. El lunes, el conservador The Wall Street Journal sostenía que el caso representa "una marca negra en el Fondo Monetario Internacional, que decidió obviar su comportamiento sexual pasado". 

En enero del 2008 Strauss-Kahn mantuvo un romance con una subordinada, la economista húngara Piroska Nagy, quien acabó acogiéndose a una reducción de plantilla incentivada y abandonando la institución. Ambos están casados. 

El caso motivó una investigación, encargada a un bufete de abogados estadounidense, que exoneró a Strauss-Kahn de cualquier cargo de acoso, favoritismo o abuso de autoridad. El político francés no había incumplido las reglas internas del FMI. 

Pero el bufete Morgan Lewis advirtió en la conclusión de su informe que el director gerente tenía que someterse a un nivel de exigencia mayor que el resto de los empleados "debido a su prominencia y a las consecuencias de sus actividades en cuanto a la reputación". 

El consejo ejecutivo del FMI, por su parte, señaló que el incidente había sido "lamentable" y había "reflejado un error de juicio" por parte de Strauss-Kahn, quien pidió disculpas. Nada más. 

Piroska Nagy, que dejó el FMI para trasladarse al Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, con sede en Londres, matizó esta conclusión. En una carta a uno de los abogados del bufete, dijo que Strauss-Kahn había "abusado de su posición en la manera que tuvo de llegar" a ella. 

Como superior, Strauss-Kahn la convocaba habitualmente a su despacho. Nagy expresaba en la carta que su jefe la puso en un compromiso. "No sabía qué hacer", escribe. "Si lo hacía, mal; si no lo hacía, también mal". 

Al final la relación fue consentida y no hubo abuso, pero Nagy acababa la carta advirtiendo: "Me temo que este hombre tenga un problema que podría hacer que estuviese poco adaptado para dirigir una institución donde trabajan mujeres a sus órdenes". 

El FMI ignoró la advertencia y pasó página. Strauss-Kahn siguió al frente de la institución, donde tuvo un papel determinante en la reacción internacional a la recesión y la crisis financiera.