La Casa Blanca avisa de los efectos catastróficos sin un acuerdo sobre la deuda.Estados Unidos teme convertirse en Grecia. Parece exagerado. Pero la posibilidad de una suspensión de pagos que arroje a la primera economía mundial a una crisis profunda se encuentra entre los escenarios que la Casa Blanca esgrime en la negociación con la oposición republicana para elevar el techo legal de deuda.
La Administración Obama ha advertido de las peores catástrofes para la superpotencia si antes del 2 de agosto el Congreso no permite que la deuda supere los 14,3 billones de dólares. De lo contrario, el Departamento del Tesoro no puede seguir haciendo frente a los pagos debidos.
"Podría causar una nueva espiral hacia una segunda recesión, o algo peor", ha advertido el presidente Barack Obama.
"Los tipos de interés aumentarán. Deberemos pagar más para que nos presten dinero, si es que logramos que nos presten", ha dicho el secretario del Tesoro, Timothy Geithner.
En un argumentario, el Tesoro dice que, si el Congreso no eleva la deuda, "el Gobierno no pagaría como legalmente está obligado, un evento sin precedentes en la historia americana".
"Por primera vez - añade el Tesoro-los inversores, aquí y en el resto del mundo, dudarían de que Estados Unidos pueda cumplir sus compromisos y el país se precipitaría hacia una crisis financiera autoinfligida potencialmente más grave que la crisis de la que ahora nos recuperamos".
¿Exageran? Hay mucho de partida de póquer en esta negociación. Pocos creen de verdad en un fracaso.
Hace unos días, el republicano John Boehner, presidente de la Cámara de Representantes, hablaba de una "cita artificial creada por el secretario del Tesoro".
Sin los republicanos, mayoritarios desde enero en la Cámara, los demócratas de Obama carecen de los votos para elevar el techo de endeudamiento.
Pero la oposición pone condiciones drásticas. Reforzada por la victoria en las legislativas de noviembre y bajo vigilancia del Tea Party, movimiento antiimpuestos, exige un plan de recorte presupuestario que encogería el ya débil Estado de bienestar.
De acuerdo, dice Obama, pero el plan de reducción del déficit debe incluir subidas de impuestos. Por ejemplo, la supresión de ventajas fiscales para multimillonarios y compañías energéticas.
El choque de dos tabúes: este es el núcleo de la negociación. El tabú republicano de no subir impuestos frente al tabú demócrata de no tocar programas como las pensiones o la sanidad pública para los mayores de 65 años.
Conservadores reconocidos como el columnista David Brooks han acusado a los republicanos de rehuir el compromiso y de jugar frívolamente con la posibilidad de la suspensión de pagos.
"Si los republicanos responsables no asumen el control, los votantes independientes concluirán que el fanatismo republicano causó la suspensión de pagos", ha escrito Brooks en el diario The New York Times.
El trasfondo de la negociación son las presidenciales del 2012.
Los republicanos temen que si aceptan subir impuestos sus bases se rebelen. Los demócratas temen la reacción de sus bases a más recortes sociales.
Con cerca de 14 millones de parados y el déficit disparado, el fracaso de las negociaciones aumentaría, como mínimo, la incertidumbre y el pesimismo.
Como máximo, y según las previsiones de la Administración Obama, precipitaría a EE. UU. en otra recesión con consecuencias mundiales y agravaría la sensación de declive ante potencias emergentes como China.
