El candidato oficial del Frente Amplio, propone en estos días en el marco de su campaña electoral, que en su acción de gobierno generará en Uruguay un terremoto y habrá de construir un hombre nuevo.

Estas expresiones, como siempre vienen acompañadas de una serie de conceptos referidos a las características formidables que todos verían en ese nuevo ser humano a construir desde el gobierno y de lo que resultará del terremoto. Se adorna con las expresiones que como modelo de vida, en teoría todos seguramente compartiríamos: panfletariamente ese hombre nuevo cultivaría la solidaridad, la honradez, la fraternidad, el amor por los demás y dejaría de ser un consumista empedernido. Tendría los valores que cada proponente constructor de hombres en cada tiempo y lugar ha propuesto siempre, para deleite de quienes busca el ingenuo consentimiento, apoyo o por lo menos tolerancia a su accionar de construcción sobre lo demolido que se nos propone.

Si sólo se tratara de una corriente filosófica, una religión o un modelo educativo a la que  uno adhiere o no sin más, desde la garantía y la protección de un estado democrático de derecho, el asunto tendría otra dimensión, absolutamente alejada de toda consideración política.

Como filosofía, pero jamás como plan de gobierno, podría ser considerada sin mas obligación que la de cultivar el propio espíritu desde la fe o desde la razón, pero nunca podría ser admitida en democracia, para ser aplicada desde una mesiánica visión impuesta desde la presión del poder de un estado "gran hermano".

Lo humano es una búsqueda constante desde la libertad y la responsabilidad individual y socialmente considerada, pero jamás podrá ser impuesta desde el poder, tomando como laboratorio social a una colectividad cualquiera fuere. Cuando la propuesta de construcción viene desde la política respaldada desde el poder estatal ejercido por un gobierno, la expresión construcción de un hombre nuevo, deviene en terriblemente peligrosa y en consecuencia absolutamente inaceptable.

¿Como se construye el hombre nuevo, como se recorta el hombre viejo, que se hace con los que no pueden o no quieren ser construidos a presión, con los moldes estereotipados por el gobierno? ¿Con que autoridad ética o moral desde el poder se le impone a otra persona un modelo de ser, de sentir, de vivir y de interpretar la vida?

¿Que pasará cuando el proceso se considere demasiado lento o los resultados insatisfactorios. Una vez más surgirán las conocidas tentaciones de tomar atajos totalitarios; que sucederá con los que se resistan a cambiar o sean obligados a mantenerse en un formato que les deviene inaceptable; como se liberarán  los nuevos y viejos hombres de los que les pretenden imponer dogmáticamente un modelo que  perciben como mejor?-aun cuando todo fuere de buena fe, aunque sin duda son estos los más peligrosos.

Si no avanza el modelo a construir o si la gente se resiste, ¿quien nos protegerá del proyectista, de los programadores de la construcción a la fuerza, de los gestores del terremoto  y de los apresurados catalizadores del atajo?  Siempre terminan en despotismo y prepotencia como ha sucedido en todas partes.

Todas son preguntas terribles con dramáticas respuestas bien conocidas por la historia remota y más reciente. Para llegar a la consolidación -siempre precaria- de las garantías republicanas y democráticas, la humanidad debió superar los despotismos y las visiones cerradas que los alentaron, generaron o sostuvieron, o todo junto, como para ahora dar un solo paso atrás.

En medio de tanta sangre libertaria derramada y de tantas costosas garantías establecidas para ser libres, laicos y republicanos, no es posible dejar pasar ninguna corriente iluminada o encandilada, que pretenda decirnos cual será el formato humano al que deberá someterse una sociedad cualquiera fuere.

La historia esta llena de ejemplos y desde estas mismas páginas lo hemos venido sosteniendo desde hace tiempo, aunque el rechazo a este trasnochado concepto sea universalmente sostenido en toda sociedad libre y democrática que respete los derechos humanos establecidos en la declaración Universal de las Naciones Unidas. Ya tuvimos bastante con la Unión Soviética , la Alemania nazi o las dictaduras latinoamericanas, solo para nombrar algunas patologías oficiales, cualquiera fuera el signo, para saber lo que es la propuesta de hombres nuevos construidos desde el poder a sangre y fuego.

No precisamos mesianismos políticos. La política no debe tener por función ni propósito, imponer desde el gobierno de turno, modelos de felicidad humana. Su tarea es generar las condiciones para que con responsabilidad cada uno construya su propia vida en libertad.

No cuesta mucho recorrer las páginas de la historia para saber que ha pasado cuando desde el poder se pretendió crear un "hombre nuevo". La masacre, el despotismo y la dictadura comprometieron la dignidad humana en todas las más terribles dimensiones imaginables.

Los políticos debemos proponer políticas de gobierno en nuestros programas. No es competencia de los gobiernos la construcción de prototipos de conducta humana. En todo caso el sistema es absolutamente al revés, son los ciudadanos los que condicionan día a día la forma de ejercicio del poder en el marco de las garantías de la constitución y de la ley. Todo lo demás, cualquiera fuere la intención es sencillamente despotismo.

Es la veleidosa probidad de los hombres, esa que estando en el poder, más que en ningún caso, solo la constitución puede afirmarla.. Artigas lo tenía claro, pero se olvida a cada instante.

Publicamos en junio de 2007:

La política no debe ser una forma de promover un modelo de felicidad humana porque nadie precisa gobiernos portadores de verdades reveladas que expliquen el mundo y la vida y le digan a la gente como ser feliz.

La política se debe dar por bien servida cuando es capaz de generar el escenario para que cada uno en libertad, con responsabilidad, asistido a punto de partida para poder superar la pobreza y el desamparo, pueda elegir en paz y en libertad su derrotero personal, la construcción de su familia, de educación de sus hijos, el desarrollo de su vida y la protección del ejercicio de sus derechos, al mismo tiempo que exige su derecho a tener una forma justa de cumplir con sus obligaciones.

Siempre que se ha pretendido imponer un modelo de hombre nuevo, y de establecer un prototipo del ciudadano desde el poder, hemos terminado en despotismo.

Editorial: FRANCIA, BUENOS AIRES Y LAS GARANTIAS DEL EJERCICIO DE LA LIBERTAD.-  DOS ELECCIONES SIGNIFICATIVAS: Junio de 2007.- Por Alberto Scavarelli.

Representante Nacional – Partido Colorado- Uruguay.

http://www.scavarelli.com/ -  albertoscavarelli@yahoo.com.