En el sistema uruguayo de hoy, los créditos son un 60% (U$S 2.527 millones) en moneda extranjera (dólares) y el 40% restante (U$S 1.662 millones) en moneda nacional con diferentes tipos de intereses y fórmulas de ajustes como es lógico pensar, porque nadie puede prestar para perder dinero.

Este significativo crecimiento del endeudamiento de los particulares y la visible facilitación de hoy del crédito al consumo, es una situación que el país y la región ya han primero vivido y disfrutado pero luego tristemente padecido, que debe tenerse presente por los particulares al tiempo de asumir severos endeudamientos personales de cualquier tipo.

Esta información deja fuera los crédito no bancarios, es decir que no incluye las deudas asumidas por los particulares con otras formas de créditos no bancarios o comerciales directos, lo que determina que el endeudamiento real total es muchísimo mayor y en consecuencia mucho mas preocupante.

Hace pocos años los uruguayos debimos enfrentar crisis severas cuando de golpe se cortó el ciclo, y allí debimos aportar formulas de salida o formar parte de la construcción legislativa de otras, como manera de paliar situaciones dramáticas que afectaron irreversiblemente la vida de muchos honestos compatriotas que de la noche a la mañana quedaron incrustados de un lado u otro del problema. Gente que quería pagar y no tenía como, gente que tenía dinero depositado y no podía acceder a el, gente que quería cobrar y no podía, con lo que se cortaba el ciclo de cumplimiento de obligaciones y en medio los caníbales de la usura que medraban en el fértil territorio de la desesperación. Hay ya otra vez algunas señales preocupantes desde Argentina, donde el consumo financiado creció un 59,8% en el primer trimestre de este año con respecto al mismo período del año anterior y se ubica en los niveles previos a la crisis financiera de fines de 2001 y principios de 2002. La información debe ser seriamente tenida en cuenta para evitar sorpresas no queridas. Por eso la mesura debe ser la conducta de la hora. Todo es muy frágil y todo influye. Una toma de rehenes en medio oriente, la interrupción del flujo de un oleoducto rumbo a Europa, una amenaza de conflicto en algún rincón estratégico del mundo, un gasto excesivo de energía, una modificación de las tasas de interés en los Estados Unidos, una caída en las bolsas más remotas, un cambio de política por parte de la nación mas poderosa de la tierra respecto a la competitividad de su moneda, un cambio en la ecuación de precios de las materias primas, el cambio de perfil en nuestro flujo comercial, en fin, que dependemos de una y mil variables externas de las que somos poco más que sorprendidos recipientes. Por si fuera poco debe sumarse el efecto que tendrá la preocupante reforma tributaria en Uruguay, entusiastamente impulsada además por algún organismo internacional de crédito que ya debiera ayer nomás pedir disculpas mientras en plena crisis nos empujaba                                                                                                                                  hacia el default. Una reforma tributaria que tiene a los uruguayos en vilo y que a trabajadores y jubilados los considerará rentistas. Lo cierto es que siempre repercute en lo único que realmente nos importa: la vida de las familias uruguayas en el sentido más amplio de la expresión. Lo demás es teoría pura de quienes ponen en el laboratorio la vida económica y social de una nación entera, para después y en el mejor de los casos pedir disculpas cuando ya a nadie importa, mientras desaparecen por la puerta de atrás del escenario rumbo a algún contrato internacional. El drama que antes vimos cara a cara en la desesperación de tanta gente buena, es la realidad que no debemos perder nunca de vista. Por eso la receta de la hora, insistimos es la prudencia y la moderación. El precio del dólar está hoy sumergido respecto de nuestra moneda, y la gente confiada se endeuda para consumir y comprar en dólares, sobre la base de una cotización de la moneda norteamericana que es absolutamente coyuntural. Eso significa que si esa cotización en el mediano plazo se modifica encareciendo el precio del dólar, los salarios en pesos deberán correr desesperadamente detrás, y los sueldos una vez más no alcanzarán para cubrir lo adeudado en dólares. El incremento del endeudamiento en pesos en base de ingresos personales, puede entre otras cosas verse afectado seriamente por la reforma tributaria en curso de aplicación, Las franjas del impuesto a la llamada renta de las personas físicas, que considera a los sueldos y jubilaciones una renta, sorprenderán a la gente cuando al final del año deba sumar todos sus ingresos, y pagar por encima de lo retenido mensualmente en cada ingreso como pago a cuenta del impuesto a la renta, pasando a una nueva y mas gravosa franja cuando se suman todos los ingresos y se cambia de categoría. Nadie se debiera endeudar alegremente siguiendo el ritmo de un consumismo promovido y de un crédito hoy de pronto abundantemente ofrecido, porque a la larga revierte gravemente en contra de la vida cotidiana, mucho más cuando hay tantas incertidumbres sobre los efectos de la reforma tributaria tanto en materia de empleo como en las futuras inversiones, porque la retracción parece muy posible. Es buena noticia que la gente compre, que la economía se dinamice, que la producción crezca y que el consumo interno ayude a consolidar la producción nacional para que esta no dependa solamente de la exportación, aunque todos sepamos que el mercado interno es insuficiente. Pero no es sano que la sustentabilidad de la producción y del comercio nacional se construyan sobre un volumen de consumo interno artificiosamente solventado con créditos al consumo, basados en un gasto superior al que se puede pagar con el trabajo, que a partir de ahora será considerado renta. Cuanto más se trabaje y más se gane, para esta reforma mas rentista será y mas se pagará. Una consigna que irremediablemente empujará hacia abajo el crecimiento y la iniciativa personal. En medio de la bonanza económica del país y la región, con un fuerte incremento de la recaudación fiscal con el sistema aún vigente, el cambio de escenario propuesto en la reforma tributaria (aun con lo secreta que es en cuanto a la reglamentación aplicable) debe llamar a la cuidadosa conducta en materia de endeudamiento personal, porque las deudas se pagan como se puede y si no, ejecutan al deudor y allí comienza otra etapa de un drama personal y familiar que el país ya padeció. Embargos, clearing, remates a precio de vergüenza y la desesperación que vimos de cerca en crisis anteriores y no queremos que nadie vuelva a padecerlas.  Cuanta gente honesta y trabajadora quedó por el camino. En definitiva, vemos este crecimiento del crédito y el endeudamiento aquí y en la Argentina que de tanto nos contagia, como una alerta que solo puede resolverse seriamente desde la responsabilidad personal de medir el consumo hecho en base al crédito, porque el futuro internacional es incierto, y arrastrará siempre al futuro nacional, pero además se agrega este duro condimento de la aplicación de una preocupante reforma tributaria que nadie, absolutamente nadie puede seriamente predecir y asegurar en sus efectos reales y concretos, por lo que la prudencia debe ser la tónica. La sumatoria de factores de riesgo es grande mas allá que como siempre, querramos lo mejor para el país y para nuestra gente. El peligro esta allí y es nuestro deber ponerlo de manifiesto sin alarma, sobriamente, como creemos que se debe actuar en la vida pública, de buena fe, sin soberbia y sin especulación política.