De no ser así, se pierde la condición de interlocutor válido, porque los demás gobiernos no sabrán cual es la postura verdadera de un estado respecto de cualquier tema que se trate, o por el contrario conocerán a priori nuestras fragilidades producto de las también nuestras vacilaciones.

En ningún gobierno puede haber más de una política exterior y mucho menos contradictorias entre si.

Después no es suficiente con enojarse con el mundo, no ir a las asunciones de presidentes vecinos, devolver la violencia de casi no estar en las cumbres, o no firmar tratados por la Cancilleria.

No es buena cosa no estar como hay que estar donde hay que estar y menos para Uruguay. No debiera sorprender a nadie que luego algunos arrogantes nos dejaran plantados sin aviso en plena Cumbre Iberoamericana en grado de tentativa, o ignoren olímpicamente nuestros derechos y nos aíslen.

Nada cambia que de pronto el presidente de Brasil decida visitarnos por unas horas para marcarnos pautas de lo que podemos hacer desde posturas previamente acordadas entre Brasilia y la Casa Rosada, cuando su canciller poco antes de su llegada ya nos marcó la cancha con dureza y claridad en plena visita africana, una postura que se suma a aquella tarjeta amarilla a domicilio que nos trajera en persona tiempo atrás.

En pocos días será la visita del presidente Bush. Una fuente de severas rispideces, en la compleja interna del gobierno, pero también es cierto que en medio del apriete de tenaza regional en que el país nos ha quedado hoy atascado, todo oxígeno es bienvenido y mucho mas si se trata de quien se trata y del poder indiscutido del país que representa.

Por eso a la hora de la hora, el folclorismo de protesta de algunos sectores radicales del gobierno estará presente, pero no pasará de ser un desahogo de base, mientras el presidente y su gobierno cumplen a pie juntillas con el imprescindible protocolo ante el desconcierto de unos y la satisfacción de otros en medio de una estancia presidencial de Anchorena, cerrada a cal y canto.

Es un tiempo de política exterior compleja y lo que es peor, artificiosamente complejizada -entre otras causas- por el pasado fallo de Corte de Justicia de ONU en la Haya, que resolviera en nuestra contra la medida precautoria solicitada por el perjuicio del los cortes de rutas al turismo. Mientras tanto aquí en plena acción contenciosa fundada en el perjuicio piquetero argentino irreparable, se informaba por el gobierno del éxito de la temporada con la presencia salvadora de chilenos y brasileños.

Este fallo incidental de la Haya ha sido interpretado en la Argentina como vía libre a cualquier cosa, mientras desde allí también se pretende una vez más indicarnos como actuar.

Poco ayuda la agraviante dureza del gobierno de Argentina, sólo posible por estar protegida desde el divismo personal reeleccionista y la cómplice omisión de los restantes gobiernos regionales, expertos recientes en mirar para otro lado, más allá de otras causas de entre casa.

Pero mismo tiempo asistimos con preocupación en lo interno del gobierno uruguayo, a ciertas definiciones cruzadas que debieran ser rectificadas de inmediato, antes que los problemas y sus consecuencias se agudicen definitivamente. Así por ejemplo no debe haber ministros del gabinete con políticas exteriores contradictorias, mucho menos siendo uno de ellos específicamente el canciller de la Republica.

Así el presidente, en un momento dado, sobre el tema del conflicto con Argentina y la permanencia de Uruguay en el Mercosur, ante posiciones contradictorias en lo interno del gabinete, reasumió personería y comunicó que sería el mismo y no sus ministros quien hablaría en exclusividad sobre estos transitados asuntos. Estableció públicamente lo que muchos consideramos era finalmente la implantación al más alto nivel, de la política de una sola voz que venía a poner orden en temas esenciales del país.

En cualquier país del mundo cuando el presidente habla sobre un asunto de gobierno de trascendencia, es porque su gobierno adoptó una posición al respecto, y ministro alguno podrá a partir de allí contradecir públicamente esa expresión superior en modo alguno

Paradigmático fue también el caso del manido TLC con los Estados Unidos y la presidencial alegoría hecha pública en un acto oficial al mas alto nivel sobre el tren que pasa una sola vez, y que fuera de inmediato desdibujado por su propio canciller
A partir de allí pero sólo por unos días, fue que cuando algún integrante del gobierno hablaba, bien que se cuidaba de decir que no podía hacerlo a nombre del gobierno y en el más arriesgado de los casos dejaba en claro que lo hacía a título estrictamente personal.

Hoy nuevamente hay varios ministros -además del canciller- actuando como voceros oficiales contradictorios sobre temas cruciales de política exterior y en forma reiterada.

Cuando un ministro dice que se debe romper con el MERCOSUR y el canciller dice de ninguna manera, o cuando uno dice que tratado de libre comercio con Estados Unidos si y el canciller que dice de ninguna modo, es muy difícil saber donde esta la posición real del gobierno.

Tener una política de estado es esencial, pero el requisito esencial es tener primero una política de gobierno perfectamente definida más allá de perfilismos.

No se gana ni conserva respeto ni confianza en un mundo “sobre-informado” como el que nos toca vivir, desde la contradicción intra-gobierno de opiniones. Esta bipolaridad en la conducta oficial no nos aporta ni nos conduce a nada bueno.

Hoy las interrogantes en política exterior uruguaya– por no incursionar en otras- refieren a múltiples asuntos: MERCOSUR si o no, TLC si o no, Misiones de paz con ONU si o no, intensidad de relaciones con Estados Unidos, Argentina y con Brasil, y la lista sigue incluyendo al F.M.I. y al B.I.D. en un momento en el que la reciente sacudida en la bolsa China, hace tambalear el sistema financiero y bursátil en el mundo entero, siendo la vecina plaza de Argentina una de las mas fuertemente golpeadas.

El gobierno debe definir necesariamente una posición única y oficialmente expresada sobre todos y cada uno de estos temas centrales. Resulta esencial construir primero esa opinión intra-gobierno para luego acordar con un sistema político nacional que ha dado su apoyo irrestricto mas allá de cualquier otra diferencia de concepto y finalmente ejecutar las acciones prolijamente con lo mejor de nuestras capacidades nacionales.

Cualquiera fuere esta política –y no ingresaremos ahora en el fondo de cada tema sobre los que tanto hemos ya dicho- debe ser coherentemente aplicada, prolija y profesionalmente puesta en practica, dando fin a una conducta política de manifiesto rumbo incierto en su ejecución ministerial.

Esta incierta línea de acción por sus imprevisibles trazos y corto alcance, se asemeja al zigzagueante vuelo de una mariposa, pero en este caso con los riesgos que este modo de accionar implica para la solidez de posiciones que el país debe necesariamente tener ante el mundo y la región.

El internismo de los sectores del partido en el gobierno no debe afectar de tal modo la conducción nacional. Hay un ministro por cartera y un presidente que resuelve en acuerdo con cada ministro en razón de materia o en Consejo de Ministros. Ese es el mandato de la Constitución de la República y todos sabemos que es así por un mero capricho.  

(*) Representantre Nacional - Partido Colorado.- Uruguay