Ante la opción del asistencialismo puro a quienes pueden trabajar, con el riesgo de que genere dependencia; o la alternativa del fomento de las actividades productivas que faciliten la creación de fuentes de trabajo, preferiremos siempre estas últimas.

A pesar de la bonanza de una recién culminada coyuntura internacional excepcional penosamente malgastada, se optó por la facilidad del asistencialismo desaprovechando oportunidades de desarrollar al país un grado más. La pobreza cuando hay capacidad de trabajo, se resuelve con educación, empleo, estimulo y también asistencia pero para aprovechar las oportunidades que se creen.

La opción asisistencialista, se transformó en el espacio concedido de actuación política de un sector del partido en el gobierno, se cedió a la tentación de generar personas que dependen de lo que el gobierno les provee mensualmente a cambio de nada.

Por eso en lo personal siempre nos pareció buena la iniciativa de promover y sostener el vértice noroeste del país, lugar que sabe de miserias, esperanzas manipuladas, éxitos y fracasos. Un lugar donde la vida no es fácil y el trabajo es un bien escaso. Enclavado a 15 kilómetros de Bella Unión, existe desde 1970 un ingenio agroindustrial que supo producir más de 45.000 toneladas de azúcar y brindar trabajo a miles de personas del Departamento de Artigas.

Cuando la situación es tan compleja hacen bien los gobiernos en buscar soluciones. Demostrando elseverísimo error de quienes creen que Estados Unidos es el desideratum del neoliberalismo interno, su futuro presidente  dijo que se crearán empleos al invertir en energía limpia, en servicios de salud, en educación e infraestructura, además de las sumas siderales que se llevan volcadas y se habrán de volcar al mercado para frenar la recesión y sus efectos sociales devastadores.

 Nuestro partido en el gobierno y ante la falta de rentabilidad de la explotación de la caña de azúcar, desarrolló tres proyectos con fuerte apoyo estatal, las conocidas Calpica, Calagua y Calvinor, desarrollando el riego y el impulso conexo de la producción arrocera con  rendimientos excepcionales y con la instalación de molinos que cierran el ciclo.

Se invirtieron en aquel entonces más de cuarenta millones de dólares con fines sociales, productivos y estratégicos, en una decisión que apoyamos con convicción, estando en el gobierno.

Se trató de fomentar emprendimientos sólidos, complementarios y alternativos a la caña de azúcar, que dieron trabajo a la gente de la región. Se mantuvo la producción azucarera básica, y se concretó el desarrollo de ocupación más permanente, ante el tema de cañeros que trabajaban pocos meses por año y en el resto pasaban severas dificultades o emigraban hacia Salto o más al sur.

Con materialismo cortoplasista seguramente el emprendimiento azucarero nacional no parecerá un buen negocio. Pero si la sociedad uruguaya dispone asignar recursos para poner en funcionamiento, sostener y mejorar un proyecto que ya tiene casi cuarenta años en el país y que involucra de algún modo a 3.000 personas, con sus familias y les genera un horizonte de oportunidades desde la dignidad del trabajo, nos parece que debe hacerse, al mismo tiempo que una vez más se promuevan y apoyen, otros emprendimientos viables que generen ocupación.

Si mientras tanto hay que sostener la producción azucarera y de alcohol, deberá continuar haciéndose hasta tanto se equilibre la situación. Esta claro que las cosas se dificultan si el petróleo es mas barato que los dos quilos de azúcar que se requieren para hacer el litro de alcohol para mezclar en las naftas.

Preferiremos siempre invertir en fuentes de trabajo, antes que repartir dineros públicos a cambio de nada, creando funcionales dependientes del asistencialismo. Todo camino preventivo, siempre será mejor que luego y sin ninguna garantía procurar rescatar de la pobreza y la marginalidad social a quienes quedan desplazados.

El camino de la desocupación y la desesperanza muchas veces termina en los asentamientos del sur, en degradación de vida y descomposición familiar y personal, en condiciones donde vivir es una tarea difícil para quienes poco saben hacer y donde no encuentran escenario al que integrarse en medio del desarraigo. No sucede siempre ni en todos los casos, pero es tristemente frecuente. Un círculo perverso que debe cortarse protegiéndoles de la marginalidad, el desarraigo y la discriminación residencial generándoles oportunidades donde tiene su instalada su vida y sus afectos, para bien de todos.

Lo principal es asegurarles futuro desde la certeza del presente. Con pan llevado a la mesa desde el trabajo sin la dadiva estatal, que como todas no conmueve ni educa.

Es tiempo de evaluar el costo social  de las patologías sociales. Preguntarnos cuanto cuesta al país sostener emprendimientos que dan trabajo digno a miles de personas y cuanto se deberá invertir luego cuando mucha de esa gente cae en la miseria, en la desesperanza  y se desarraiga en su forzado peregrinar por lo bolsones de pobreza de las ciudades.

Personas que salen de donde están y de lo que  quieren ser, para ir donde no quieren pertenecer, viéndose obligados a ser lo que nunca desearon. Poco importa en mi opinión si los números dan rentabilidad inicial. Siempre será más importante invertir en prevenir y ganar en humanismo que reparar condiciones humanas desgarradas.

Somos Batllistas, por tanto no nos asustan los emprendimientos que asignan recursos para viabilizar sociedad y dignidad personal.

Si hay que invertir para poner a andar un emprendimiento viable, o para abrir un escenario que la actividad privada no asume, los recursos del país deben fomentarlos. No se trata de financiar a perdida  porque si, pero hoy después de las crisis financieras del mundo donde la gente impulsa a sus gobiernos a poner sumas impensables de sus impuestos para intentar cuidar sus empleos y su nivel de vida, ya los mitos de la prescindencia han caído y el batllismo en el que creemos como filosofía política  humanista, ha ratificado su dimensión. Esa que construyo el país y nos puso en el nivel mas alto de distribución y de los indicadores sociales.

Se trata de promover vida digna desde el trabajo. Un deber y un objetivo irrenunciable de cualquier gobierno.

El Ingenio azucarero de Bella unión que  fue de CALNU y que hoy es de ALUR S.A., una empresa controlada por ANCAP, con participación de la Corporación para el Desarrollo con producción de alcohol y de azúcar, incluyendo la venta de los excedentes de energía eléctrica generados y no consumidos en el propio proceso industrial, es un emprendimiento que compartimos, sin entrar en el análisis de una gestión que por ahora desconocemos detalles y al que deberá complementarse con otros emprendimientos como se hiciera antes.

Todos queremos ver a los hijos de esta gente con asistencia escolar y sanitaria sin desarraigo ni deserción escolar. No permitamos que terminen viviendo en asentamientos con techos y paredes de lata soportadas por torcidos varejones de eucalipto, viviendo entre comillas de la asistencia  a cambio de nada, o algunas veces del delito.

Si se les pregunta a las victimas del delito verán como prefieren que hubieran lugares donde dar trabajó a las nuevas generaciones y sacarlas del caldo de cultivo en que se han trasformado algunas zonas de Montevideo donde la vida y la seguridad esta gravemente afectada y el delinquir es casi un merito, en medio de la droga, el embarazo adolescente y la deserción escolar. Entrado en ese déficit social luego se requieren inversiones enormes para superarlo, en la necesidad del cometido insoslayable de generar fuentes de trabajo, educar para la vida y de los modos de cuidarse a si mismos y a los suyos. Todo debe evitarse antes de que se produzca el riesgo.

El circulo absurdo de no atender este deber social en cualquier gobierno, implica que quien esta en un lugar y tiene instalada su vida por falta de empleo debe emigrar y marginarse. Si de esa marginación desvía su camino entonces el estado piensa programas costosísimos para que esa persona sea reinsertada en otro habitad para sacarlo del delito o la marginalidad en que cayo. Cuanto más fácil y económico hubiera sido que esa gente no se hubiera sentido obligada a dejar su lugar de vida donde quiere estar.

Emprendimientos como los de Bella Unión cuentan conmigo, sin dar cheques en blanco, por su condición de instrumento a tener en cuenta como ha sido historia en el país. Una vez mas debemos apoyar estos emprendimientos procurando eficiencia y desarrollos alternativos, pero sin incidencia política partidaria y con tecnificación hasta el máximo de lo viable, porque el éxito de los desarrollos productivos y de servicios locales debe ser de prioritaria importancia social.

Representante Nacional – Partido Colorado- Uruguay.

http://www.scavarelli.com/ -  albertoscavarelli@yahoo.com.