Inteligencia y Seguridad Frente Externo En Profundidad Economia y Finanzas Transparencia
  En Parrilla Medio Ambiente Sociedad High Tech Contacto
Inteligencia y Seguridad  
 
17/01/2011 | México, El Salvador - Subcomandante Ramiro: ´Peleé en la guerra desde los 12 años, pero pasar por México fue terrible´

Víctor Hugo Michel

El camino que los centroamericanos emprenden en busca del sueño americano atraviesa por una pesadilla: el paso por México y la frontera estadunidense, un camino lleno de riesgos y abusos.

 

Cuando el subcomandante Ramiro llegó a la frontera entre México y Estados Unidos, había gastado más de 10 mil 500 dólares en su viaje como inmigrante ilegal desde El Salvador, entre pagos a polleros y sobornos para policías mexicanos y guatemaltecos. Era septiembre de 2009 y nadaba a través del Río Bravo. Texas estaba a la vista.

“La frontera fue una pesadilla”, dice este ex guerrillero del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, (FMLN), hoy radicado en Washington, uno de los principales focos de atracción de la migración salvadoreña en Estados Unidos. Polleros voraces, secuestros grupales y funcionarios abusivos marcaron buena parte de los casi tres mil kilómetros recorridos por Ramiro, lo que da una idea de la crisis de migrantes por la que atraviesa México, acentuada luego de la masacre de 72 indocumentados en Tamaulipas y el secuestro de un grupo de nueve más en Oaxaca en diciembre pasado.

La historia de Ramiro, quien pide omitir su nombre no sólo por temor a ser deportado de Estados Unidos sino por el riesgo de ser identificado por grupos del crimen organizado mexicano, es la de miles de salvadoreños que usan México como trampolín para llegar al país del norte. Su memoria acuciosa, producto del papel que ejerció como administrador de un frente guerrillero, permite desentrañar parte del funcionamiento de las redes clandestinas usadas por centroamericanos para hacer su camino hacia el norte, y reconstruye una estructural ilegal que se extiende desde Centroamérica hasta muy adentro del territorio estadunidense y genera miles de dólares por persona transportada. “Peleé en la guerra desde los 12 años, pero pasar por México fue terrible”, dijo el ex guerrillero, quien ascendió hasta el grado de subcomandante en el frente de Chalatenango, cerca de la frontera con Honduras, a lo largo de una carrera en la que luchó contra paramilitares y fuerzas federales durante la guerra civil salvadoreña (1980-1992). Hoy se ha convertido en albañil y trabaja oculto en la enorme economía informal que caracteriza a la industria de la construcción en Maryland. Lo entrevisté en un restaurante salvadoreño de Washington conocido como El Paraíso, ubicado al noroeste de la capital estadunidense.

• • •

Alimentada por décadas de guerra civil, inestabilidad económica y desastres naturales, la migración salvadoreña hacia Estados Unidos ha vivido en las últimas dos décadas una verdadera explosión: 1.1 millones de salvadoreños ya residen en territorio estadunidense, casi una sexta parte de los población total de ese país centroamericano, hoy de 5.7 millones de habitantes.

El crecimiento desmedido de la migración salvadoreña ha impactado a México, paso obligado en la ruta hacia Estados Unidos desde Centroamérica. El Instituto Nacional de Migración (INM) calcula que han sido asegurados en territorio mexicano un total de 374 mil 948 salvadoreños en el periodo comprendido entre 1995 y 2009; ellos son el principal grupo de migrantes que transita por el país, por encima de guatemaltecos y hondureños.

En la frontera norte, la Patrulla Fronteriza estadunidense ha detenido a 169 mil salvadoreños entre 2001 y 2009. Las cifras acumuladas por las autoridades migratorias de México y Estados Unidos dan una idea de la magnitud de la migración desde El Salvador: medio millón de sus ciudadanos habrían intentado migrar sin éxito en los últimos 15 años. Los salvadoreños son ya “el sexto grupo migrante más grande de Estados Unidos, por detrás de mexicanos, filipinos, indios, chinos y vietnamitas”, determinó el Instituto de Política Migratoria de Washington (MPI por sus siglas en inglés).

Ese centro de investigaciones, uno de los más respetados en la academia estadunidense, calculó que entre 1980 y 1990 el número de salvadoreños que viven en el norte se quintuplicó, al pasar de 94 mil a 465 mil. Casi dos décadas después, para 2008, la cifra había escalado a 1.1 millones. Según se estima, desde entonces ha sido abultada por otros 100 mil. Un dato adicional complementa el panorama: uno de cada cinco salvadoreños ya vive en territorio de Estados Unidos, incluidos 200 mil en California y 150 mil en Washington.

• • •

La historia de Ramiro es el recuento de un viaje a través de tres países. Arranca en los primeros días de septiembre de 2009, época en que Ramiro trabajaba de policía en el Departamento de Guazapa, a unos pocos kilómetros de San Salvador. Meses antes, de visita en una de las playas más populares del país —Isla Montecristo— entró en contacto con una salvadoreña radicada en Los Ángeles, quien le habría explicado los mecanismos para llegar a Estados Unidos: detalles sobre cómo, cuándo y dónde untar manos. Qué decir. Qué hacer. A quién llamar en caso de un secuestro (es decir, a ella). Sobre todo, le dio la llave para arrancar el viaje: el contacto con un pollero mexicano. “Me dio el teléfono de un mexicano que vive en McAllen, Texas. Lo llamé y le pedí cruzarme. Me dijo que no cruzaba salvadoreños, pero me recomendó con una persona en El Salvador, a la cual llamé y con la que quedé de verme al día siguiente”, recuerda.

Primer eslabón: el coyote salvadoreño, de nombre Manuel, llegó puntual a la cita en la avenida Cinco de Noviembre en el centro de San Salvador, a bordo de un Audi último modelo. Vestía a la moda y hablaba constantemente por su teléfono móvil. Pidió a Ramirosu pasaporte e historial crediticio. Lo llevó a la Embajada de México, supuestamente para obtener una visa. Ese mismo día se la negaron.

En retrospectiva, Ramiro supone que la cita fue sólo un ardid para aumentar el precio del viaje. Vino la negociación: “Me pidió 12 mil dólares porque el viaje iba a ser más complicado. Acordé pagarle ocho mil dólares, cuatro mil ese día y cuatro mil del otro lado, al llegar a Estados Unidos. A las cinco de la mañana del día siguiente estaba en la estación de camiones de Occidente, en el primer camión a Guatemala”. Fue la última vez que vio al traficante salvadoreño, pero no sería la última vez que tendría que negociar su pasaje.

Según explica Ramiro, de la terminal de Occidente parte la mayor parte de la diáspora salvadoreña hacia Estados Unidos. Como él, decenas más estaban a la espera de abordar los camiones que a diario realizan la corrida entre San Salvador y Tecún Umán, en la frontera entre Guatemala y Chiapas. A unas dos horas de haber dejado El Salvador encontró su primer retén, comandado por la Policía Nacional guatemalteca.

Fue también su primer soborno. El monto exigido —y pagado— fue irrisorio. “Los policías me acusaron de querer venir a Estados Unidos. ¿Qué les podía decir? Me pidieron un pago de 150 quetzales (moneda guatemalteca, equivalente a alrededor de 230 pesos mexicanos) para poder seguir adelante hasta Tecún Umán, en donde llegué a la Casa del Migrante. Tenía instrucciones de llamar a un mexicano desde ahí”.

El segundo eslabón era un mexicano apodado adecuadamente como Salvador. Le llevó a un restaurante donde se acordó la hora de salida al día siguiente: a las cuatro de la mañana el ex guerrillero cruzaba la frontera entre México y Guatemala, en una pick-up Toyota, sin que se le pidieran sus documentos en la garita. Condujo —el pollero le pidió tomar el volante— hasta Tapachula y de ahí, al Distrito Federal.

Ramiro recuerda el número de retenes por los que tuvo que atravesar en el sur de México: seis. No sabe exactamente en qué estados se encontraban, pero discernió que algunos estaban comandados por policías estatales, otros por agentes federales y unos más por el Ejército. En cada uno, dice, fue necesario “invertir” pequeñas cantidades de dinero para sortear el camino. “En Oaxaca, los soldados me pidieron para su café y me dejaron ir”, dijo.

• • •

Dos días después de haber salido de El Salvador, Ramiro hizo su arribo al Peñón de los Baños, cerca del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Su guía le pidió tomar un taxi hasta un hotel en La Merced. Se hospedó en el cuarto 103, con instrucciones precisas de no salir a la calle y esperar a que alguien pasara a recogerlo en un par de horas. Eran las cinco de la tarde. Nadie llegó. Tuvo que pagar un extra a la administración del hotel, acostumbrada a recibir y a exprimir indocumentados. “Una chica me cobró dos mil 500 pesos por el día. Era la cuota”, asegura. Por la noche, agentes de la Agencia Federal de Investigación (AFI) tocaron a su puerta. “De inmediato me identificaron como ilegal”, diceRamiro. Nunca más pudo contactar a Salvador.

Por suerte las oportunidades no se niegan a quien trae dinero. Uno de los agentes le preguntó al ex guerrillero cuál era su destino. “McAllen”, respondió. El agente, que se identificó únicamente bajo el nombre de Alcides, ofreció tomar el lugar del pollero. “Me propuso llevarme a Tamaulipas por dos mil dólares una vez que saliera del turno”, afirmaRamiro, quien accedió al pago. Mil en el acto, mil a la llegada a la frontera chica. El resto de los federales le dejaron en paz. Y Ramiro consumió sus últimas horas en el hotel, un local sórdido, repleto de prostitutas, bebiendo cerveza. Alcides cumplió su palabra. Por la madrugada condujo al salvadoreño hasta Veracruz, a una localidad llamada Benito Juárez, al noroeste de Poza Rica, y a sólo unas horas de distancia de Tampico.

Pasó la noche cerca de un ingenio azucarero. Era el tercer día desde la salida de San Salvador. A las seis de la mañana enfilaba una vez más hacia el norte. “Me llevaron por toda la costa. Recuerdo que pasamos por Tampico. En algunos retenes nos paró el Ejército. Nunca pidieron mis documentos”. La compañía de Alcides, un agente federal, tenía sus beneficios después de todo.

• • •

La llegada a Nuevo Laredo, tras el pago de un último soborno de 500 dólares a un agente del INM, no significó el fin de la travesía de Ramiro. La parte más peligrosa comenzaba. El tercer eslabón: “En la frontera le di los otros mil dólares a Alcides. Me dejó en un hotel de Nuevo Laredo, desde donde llamé al primer pollero, al mexicano de McAllen. A las cuatro de la mañana pasó por mí. Venía con dos mujeres. Nos llevó a la orilla del río”. Ahí, todavía en México, el pollero le exigió el pago de cuatro mil dólares. Y algo más: relojes y anillos. “Ese no fue el trato”, replicó el ex guerrillero, que así logró evitar la pérdida de una sortija “liberada” durante la guerra civil después de una batalla. Un memento con significados personales que el salvadoreño no está dispuesto a discutir.

A las cuatro y media de la mañana del quinto día de su salida de Centroamérica, Ramironadaba hacia Texas, asido de la cámara de una llanta. Le acompañaban las dos hondureñas. Ya en Laredo, después de eludir a la Patrulla Fronteriza, fue guiado hasta la puerta de una casa de otro mexicano, un coyote que los llevaría hasta el siguiente punto de entrega, el cuarto eslabón en la cadena.

Abordaron una camioneta, acostados en la parte trasera. Iban “planitos”, dice el salvadoreño. Desde ahí se les condujo a otro hotel, éste en McAllen. Pasó dos noches allí. “Eran cinco habitaciones repletas de migrantes. Había 15 personas por habitación: mexicanos, guatemaltecos, hondureños, salvadoreños, brasileños y ecuatorianos. De todo. Sólo sé que estaba enfrente de un McDonald’s”. Fue el primer secuestro.

“Un mexicano llegó al cuarto y nos dijo que teníamos que pagar mil 500 dólares por cabeza o, si no, no saldríamos de ahí. Nos ordenó hablarle a nuestras familias en Estados Unidos. Una de las chicas que cruzó conmigo le dijo que no tenía cómo pagar, que no tenía a nadie del otro lado”. Ramiro recuerda la respuesta del traficante: “Yo no pierdo lana. Tú vas a putear para pagarme”. La hondureña, de 22 años, fue sacada del cuarto. Todos permanecieron en silencio.

• • •

El ex guerrillero llamó primero a su hermano, quien se negó a prestarle el dinero. Después recurrió a su contacto en Los Ángeles, a la mujer que tiempo atrás había conocido en las playas de la isla Montecristo, una empresaria salvadoreña que ha hecho fortuna en California y que, por alguna razón, le tomó cariño a un ex integrante del FMLN. “Ella les depositó el dinero. En dos días había pagado mi rescate. Lo mandó a México, y a ocho personas que sí pagamos nos llevaron caminando por el desierto tres días y tres noches hasta Houston”. Eludieron en tres ocasiones a la Patrulla Fronteriza, siempre con el oído al alba para escuchar los motores de las camionetas de la migra acercándose. Notó que para comunicarse los polleros hacían uso de teléfonos celulares convencionales, a los que habían retirado el teclado para evitar que los migrantes pudieran usarlos y pedir ayuda. DiceRamiro que la caminata le recordó los tiempos en la sierra, allá en los años ochenta: en fila, eludiendo al enemigo, guiados por una brújula, en silencio, durmiendo a la intemperie.

Calcula que habían pasado 10 días desde su salida de San Salvador. Cuando llegó a Houston fue llevado a otra casa de seguridad, donde le secuestraron de nueva cuenta, a la espera del que supuestamente sería un último pago de mil 500 dólares. Otros tres días de espera. Nuevamente, su contacto en California envió el dinero a México. “El pollero me dijo que yo era libre. Y pensé que sí”, subraya Ramiro, quien emprendió el camino hacia Los Ángeles junto con otro salvadoreño en una camioneta de los traficantes. Pero en la ruta los polleros hicieron un cobro más: 500 dólares, pagados otra vez, gracias al mecenazgo de una salvadoreña desprendida, a la cuenta bancaria mexicana. El calvario delsubcomandante Ramiro terminó el día 14, cerca de Arlington Heights, al oeste de Los Ángeles.

• • •

La costa Oeste de Estados Unidos no fue la tierra de oportunidades que Ramiro imaginó. Emprendió una travesía más, ya él solo, hasta Washington DC, en donde se ha establecido como un albañil anónimo entre los miles que allí laboran. Ramiro dice que de tener que hacerlo de nuevo quizá permanecería en El Salvador y se ahorraría el viaje, en especial el trayecto por México y la frontera estadunidense. A pesar de todo, su hermano de 18 años cruzó por Tamaulipas a Estados Unidos hace dos semanas, después de trabajar por algún tiempo como traficante de personas en México. Pero esa, dice el ex guerrillero, es otra historia.

Milenio (Mexico)

 


Otras Notas Relacionadas... ( Records 1 to 10 of 6206 )
fecha titulo
22/12/2014 México: El salpicado
28/11/2014 A acabar con la corrupción y la impunidad política en México
10/11/2014 Mexico - Tsunami de violencia y corrupción
09/11/2014 Reconstrucción de la captura y muerte de los estudiantes de Iguala
08/11/2014 Mexico - Historia de un fracaso
07/11/2014 La economía del crimen en México
03/11/2014 Mexico - El Estado secuestrado
26/10/2014 México: el grito de Iguala
20/10/2014 Violencia mexicana
20/10/2014 Mexico - Un cementerio llamado Iguala


Otras Notas del Autor
fecha
Título
13/03/2014|
02/11/2013|
30/01/2013|
10/12/2012|
13/09/2012|
06/08/2012|
09/07/2012|
07/07/2012|
27/06/2012|
18/05/2012|
14/05/2012|
30/04/2012|
22/04/2012|
28/02/2012|
28/02/2012|
28/02/2012|
25/02/2012|
25/02/2012|
25/02/2012|
26/09/2011|
22/05/2011|
22/05/2011|
22/04/2011|
22/04/2011|
30/03/2011|
17/03/2011|
22/02/2011|
21/02/2011|
17/02/2011|
10/02/2011|
28/12/2010|
24/12/2010|
11/11/2010|
05/11/2010|
23/10/2010|
22/10/2010|
22/09/2010|
15/09/2010|
15/09/2010|
12/09/2010|
04/09/2010|
04/09/2010|
24/08/2010|
24/08/2010|
23/08/2010|
23/08/2010|
17/08/2010|
17/08/2010|
26/07/2010|
24/07/2010|
18/07/2010|
11/07/2010|
30/06/2010|
20/06/2010|
16/05/2010|
02/04/2010|
30/03/2010|
23/03/2010|
18/03/2010|
11/02/2010|
16/01/2010|
10/01/2010|
29/12/2009|
15/12/2009|
15/12/2009|
29/11/2009|
29/11/2009|
08/11/2009|
01/11/2009|
31/10/2009|
22/02/2009|

ver + notas
 
Center for the Study of the Presidency
Freedom House