La alarma del fin del mundo sonó hasta bien entrado el día, cuando un científico del Departamento de Energía de Estados Unidos asignado a la embajada en México se dispuso a revisar la pila de datos recopilados por un sensor de material radiactivo recientemente instalado en el puerto de Manzanillo, en Colima.
Caía la noche del 24 de octubre de 2009
y en el bunker diplomático estadounidense se prendieron los focos rojos. Los
registros del portal arrojaban un resultado aterrador: un contenedor
proveniente de China, originado en una planta de Samsung, había disparado los
sensores debido a rastros elevados de radiación de neutrones, altamente
peligrosa para los seres humanos y capaz de matar a un ser vivo en cuestión de
horas en el peor de los casos.
En concentraciones como las detectadas,
muy por encima de las que emiten equipos médicos, esos niveles de radiación
pueden ser encontrados en dos fuentes: armas nucleares o reactores.
“Un portal de control en Manzanillo alerta a la presencia de radiación de
neutrones”, informó la embajada de Estados Unidos en México, según un cable
enviado por la representación diplomática y que forma parte de las filtraciones
de Wikileaks.
El cable 00378, dado a conocer esta
semana, resume seis días de una operación desesperada por parte del gobierno de
EEUU para encontrar el contenedor y neutralizar el riesgo de un cargamento
radiactivo perdido en alguna parte del territorio mexicano.
Detalla, además, cómo la crisis escaló
hasta activar las alertas nucleares de Washington, con un puñado de agencias de
seguridad nacional involucradas directamente en desentrañar el misterio del
embarque chino y responder a varias interrogantes: ¿había llegado a México un
artefacto nuclear? ¿Estaba dirigido a EEUU? ¿Cuántas personas corrían peligro?
Y más importante: ¿qué hacer?
***
Enero de 2009. La OTAN revive un viejo temor de Washington: informa al gobierno
de EEUU que tiene “reportes confiables” de que Al-Qaeda busca crear una “bomba
sucia” --explosivos atados a material radiactivo como uranio--, con la
capacidad de diseminar radiación en una ciudad.
Para evitar ese escenario, EEUU ha financiado la instalación de un centenar de
portales de detección radiactiva en los puertos comerciales más importantes del
mundo, como Singapur, Rotterdam, Liverpool y, más cerca, Veracruz y Lázaro
Cárdenas.
Y también, en Manzanillo. Donde el 24 de octubre de 2009 se prendió por vez
primera la alerta de material nuclear que Estados Unidos ha temido desde los
ataques del 11 de septiembre de 2001. La información no fue compartida con el
gobierno de México, que estuvo en la oscuridad dos días sobre el potencial
peligro que representaba el contenedor para su población.
“El sistema en Manzanillo aún se encontraba bajo mando del Departamento de
Energía y todavía no se había cedido el control a aduanas de México”, se
explica en el cable.
Ante los altos índices de radiación detectados, la embajada decidió enviar la
información para su análisis al Laboratorio Los Álamos, en Nuevo México,
principal sede de investigación nuclear de EEUU, mejor recordada por haber sido
la cuna del Proyecto Manhattan.
El cable de Wikileaks precisa que no fue sino hasta el 26 de octubre que la
embajada contactó al Servicio de Administración Tributaria, del que dependen
las aduanas, para informarle de sus sospechas.
“Los funcionarios de Energía informaron a sus contrapartes mexicanas de aduanas
de la alerta a las 09:00 horas”, se indica. Habían pasado casi 40 horas desde
el arribo del contenedor radiactivo a Manzanillo. Tras una inspección, se
descubrió que ya no estaba en el puerto: se había adentrado a territorio
mexicano.
Después de ser informado, el SAT comenzó a rastrear el embarque, tarea que pudo
haber comenzado antes pero que se retrasó por la inexplicable decisión de
Washington de no compartir la información. Para las 11 de la mañana, Los Álamos
confirmaba los peores temores.
“El Laboratorio informó a Energía que la alerta parecía genuina”, indicó la
embajada, que tras recibir la confirmación activó el protocolo de emergencia
nuclear, avisando al embajador Carlos Pascual de que todo apuntaba a que un
dispositivo radiactivo –una bomba sucia, una ojiva, algo-- estaba perdido en
México.
Luego de concluir su rastreo y revisar los manifiestos del embarque chino, el
SAT informó al gobierno estadounidense que se había determinado a dónde estaba
dirigido el contenedor.
Iba a Estados Unidos.
***
27 de octubre, 9:00 de la mañana. El embajador Pascual notifica de la alarma a
la oficina de Armas de Destrucción Masiva del Departamento de Estado. A las
9:30, una teleconferencia de emergencia está en curso. Atienden representantes
de los equipos de respuesta a armas nucleares de los departamentos de Defensa,
Seguridad Interna, Justicia y el Consejo de Seguridad Nacional.
Las oficinas de Samsung, en Corea del Sur, son contactadas para avisarles de la
crisis que tiene a su contenedor por protagonista. Al mismo tiempo, la Comisión
Nacional de Salvaguardias Nacionales (CNSN) del gobierno mexicano entra por fin
en escena.
28 de octubre, 8:30 de la mañana. Nadie sabe la ubicación del contenedor. Hasta
las dos de la tarde la sede corporativa de Samsung despeja la duda: el embarque
se encuentra en sus almacenes de Querétaro.
Una carga radiactiva, potencialmente letal, ha recorrido casi 700 kilómetros de
carreteras mexicanas, cruzando los estados de Jalisco, Michoacán y Guanajuato.
***
29 de octubre, 12:30 AM. Ataviados con trajes especiales, un equipo de
investigadores de la CNSN arriba al almacén. Se informa a la embajada que el
contenedor está sellado. Afortunadamente, no ha sido abierto.
Pero los escáneres no detectan rastro alguno de radiación. A las 10 de la
mañana, tras una larga noche, se han conducido ya tres inspecciones con
sensores gamma. Resultados: negativos. El cargamento no es una ojiva nuclear.
Es un embarque de motores para lavadoras. Ni siquiera iba a EEUU.
El detector en Manzanillo había fallado, detonando alarmas en México y EEUU,
pero al mismo tiempo revelando importantes deficiencias en los protocolos de
comunicación y manejo de crisis entre ambos países en caso del peor escenario.
“La alarma de neutrones registrada por el equipo del Departamento de Energía parece
haber sido una alerta falsa”, lamentó la embajada, después de siete días en los
que Washington temió que una de sus pesadillas hubiera tomado forma en México.
twitter: @vhmichel