Si la cosa se detuviese ahí, ya sería muy malo para el país en general y para la Fuerza Armada en particular. Pero es que además, agitando el espantajo de una invasión gringa que sólo existe en su cerebro desajustado (aunque habitado por una sola idea, fija y coherente: quedarse en el poder hasta la consumación de los siglos) ha dicho y vuelto a decir que quiere que el país entero se vuelva una fortaleza, es decir, un cuartel. Lo cual es la aspiración permanente, casi la obsesión de todos los militarismos.

Es obligatorio. ¿Y qué de malo tiene un cuartel? Lo primero de malo, y que da el tono a todo el resto, es que allí no se ingresa por voluntad propia, sino ajena. Dicho de otra manera, que ese ingreso es obligatorio. Es, ya lo decía hace bastantes años el teórico polaco André Stawar, lo característico del fascismo: en los países donde logró hacerse del poder (por desgracia, debido a la ceguera de los electores) el ingreso a los movimientos fascistas que encuadraban la sociedad dejaba de ser voluntario, y, como un servicio militar, se volvía obligatorio. A los Balillas, al Dopolavoro, al Partito Nazionale Fascista se entraba no porque se quisiese hacerlo, sino porque se tenía la edad.

No es necesario hacer una descripción detallada de lo que nos espera allá dentro, donde, como el Infierno del Dante, hay que perder toda esperanza. No es necesario, porque el ciudadano de ¿Aló, Presidente!? nos acaba de dar una muestra en esa sesión semi-espiritista donde mandó a callar a unos campesinos que sólo querían que los escuchase, que supiese que los tenían engañados con unas casitas que, vueltas monedas, se quedaban en los bolsillos de los ¿generales, coroneles, sinvergüenzas que no quieren trabajar?, como decía aquella copla crespista.

¡Callense carrizo! ¡Cuando yo hablo, todos se callan! ¿Por qué? ¿Acaso por mis méritos, por mi edad, por mi experiencia o por mi investidura como Presidente de la República? Nada de eso: Uds. vinieron aquí a escuchar y sólo a escuchar, a darme vivas y a aplaudir. Pero no a hablar, porque eso sólo lo hago yo, porque soy el Líder, el Caudillo, el Duce, el Führer, el Padrecito de todas las Venezuelas.

Ya la cosa está clara pues ha dejado de ser el Presidente de la República porque falta uno de los elementos: hay Presidencia, pero no hay República. Porque es falso que se sienta obligado a responder ante los votantes que lo llevaron a Miraflores, porque él no está allí por decisión de ellos, sino por la Gracia de Dios. Yo no soy su presidente: yo soy su líder. Y ante eso, como en el cuartel, no existe el viejo y noble ¿derecho a pataleo?: en el cuartel, un sargento cumple la orden de zamparte un mes de calabozo; en la ¿fortaleza? que quiere crear el ciudadano de ? ¡Aló Presidente!?, de eso se encargarán los gemebundos eunucos que rellenan el TSJ.

Ad honorem. Lo cual nos lleva a una primera conclusión: piensen lo que piensen el Rat Monnaie (se pronuncia y escribe Ramonet) y otros Dieterich, esto tiene de ¿socialismo del siglo XXI? lo que tienen ellos de partidarios ad honorem. Si quieren colgarle algún ¿ismo? y algún siglo a lo que nuestro genial Zapata llama ¿el poseso? hablemos con mayor propiedad de personalismo del siglo XIX. Lo cual queda subrayado abiertamente con su autodesignación como ¿líder? y más bien subliminalmente poniendo el caballito del escudo a correr para atrás, hacia el siglo antepasado, hacia la guerra, la ruina y la disolución social y nacional.

No todo es negativo, sin embargo, en esta forma que tiene de llamarse ahora el locatario de Miraflores. Al pegarle cuatro gritos a unos pobres campesinos que pedían hechos en lugar de palabras, y recordarle que es el ¿Líder?, revela una gran inseguridad. Es como esos fierabrás de aldea que andan proclamando que son ¿muy machos?, y que al oír un tiro, todo su valor se liquida (se hace líquido) y deben salir corriendo a cambiarse antes de que la pestilencia delate a dónde fue a parar su jactancioso coraje.

Quiero advertir a mis malintencionados lectores en vena de comparaciones, que en ninguna parte de este artículo he hablado del Museo Militar.