Este sangriento episodio ilustra nítidamente cómo la violencia del crimen organizado se extiende a cada vez más municipios ante la impotencia de las autoridades. La incertidumbre que genera esta sucesión de hechos inaceptables nos obliga a plantear si el Estado se encuentra ya rebasado por la capacidad de fuego de los malhechores, su incontenible poder de corrupción y la impunidad de que disfrutan.

Los campos de fiera lucha de los traficantes de drogas, hace muchos años concentrados en Culiacán y Guadalajara, ahora cubren el país de frontera a frontera y de costa a costa.

La organización criminal de Los Zetas está integrada por ex militares al servicio del cártel del Golfo, desde que desertaron de las fuerzas que luchan contra la delincuencia organizada para alquilarse como asesinos a sueldo de los capos Osiel y Ezequiel Cárdenas y sus secuaces. Hace dos semanas, el jueves 6 de julio, se tirotearon con una banda rival en Apatzingán, Michoacán.

Inexplicablemente cuentan con armas y parque de alto poder introducidos de contrabando, principalmente por la frontera norte, sin que se sepa que las autoridades hayan fortalecido su lucha contra ese tráfico criminal ni reciban ayuda para contenerlo de parte de Estados Unidos, con quienes colaboran para abatir el narcotráfico.

El combate a los narcotraficantes ha consumido recursos incalculables del gobierno, materiales y humanos, pero los resultados dejan mucho que desear para la sociedad. Las bandas siguen apropiándose de nuevos territorios a sangre y fuego, y pareciera que no hay poder humano que las contenga. ¿Hasta dónde van a llegar?

Otro punto débil de la lucha contra los narcotraficantes es que obtienen su libertad por la inexplicable indulgencia de los jueces o son cambiados a prisiones de las que no tardan en escapar, como sucedió con Joaquín El Chapo Guzmán, sin que nadie atienda los cuestionamientos derivados de la reubicación.

Más que las acciones policiaca y judicial, los narcotraficantes son los más eficaces exterminadores de sus iguales, aunque lo hacen por desplazarlos del mercado, por supuesto, no por afanes de salud pública. Pero este camino persigue otros fines y no va a terminar con el problema, sino a encumbrar a los hampones más bárbaros.

A pocos meses de que concluya la administración del presidente Vicente Fox , la situación de incertidumbre genera más inquietudes entre la sociedad. El combate al crimen organizado está ahí como un saldo negativo para este gobierno.

Los avances de los maleantes no sólo se advierten en sus despiadados enfrentamientos sino que también se ven en la conquista de nuevos sectores de consumidores de drogas, particularmente adolescentes y menores.

El narcotráfico socava la salud física y moral de la sociedad mexicana. Combatirlo en todos los frentes hasta extirparlo es un desafío que requiere la total y férrea decisión del gobierno.