El triunfo de esta doctora de 51 años no sólo es el de ella como la primera mujer que asumirá el poder en la historia de Chile, sino que es prueba del éxito de un régimen político que ha enfrentado severas turbulencias durante los últimos 30 años, que se ha sobrepuesto a los obstáculos y ha construido uno de los sistemas políticos más sólidos de América Latina. Este régimen ha sido capaz de proveer a sus ciudadanos no sólo de un voto efectivo, sino de condiciones económicas de estabilidad y crecimiento que no son comunes en la región.

Pese a los graves problemas que vivió por motivo del golpe de Estado contra Salvador Allende y luego un largo régimen militar, hoy día sin dificultad Chile puede asumir cuatro años más de mandato de un gobierno de izquierda, sin que los mercados recelen o sin que ninguna libertad haya sido conculcada a los chilenos. Ello porque la vocación socialista del partido de Bachelet no es la de los extremos o radicalismos, sino la de un socialismo moderno, capaz de integrarse de manera pacífica e inteligente a fenómenos como, por ejemplo, la globalización, sin renunciar a la búsqueda de la justicia social.

Los pueblos de México y Chile tenemos añejos y entrañables lazos, pues hemos podido solidarizarnos en aquellos momentos de nuestras respectivas historias en los que hemos necesitado apoyo, uno del otro. Es por eso que hoy nos parece importante destacar la estabilidad política alcanzada por aquella nación, que bien puede ser, para nuestro país, una vía directa de acceso a Sudamérica en muchos niveles.

Primero, como ejemplo de lo que es posible alcanzar con auténtica voluntad por parte de todos los actores políticos para anteponer a sus posiciones individuales el interés nacional. Sin eso hubiera sido muy complicado para los chilenos limitar el poder de las fuerzas armadas en la vida política nacional.

Segundo, en el terreno económico Chile puede ser para México un buen catalizador y vía de entrada al Mercosur, en tiempos en que nuestro aparato exportador requiere alternativas. Por años, el peso de Argentina y Brasil en el cártel comercial sudamericano no ha permitido que los productos mexicanos puedan llegar a aquella región del continente y, viceversa, acá no hemos tenido la oportunidad de ser recíprocos en apertura comercial con los países del sur.

Por su estabilidad y buenos oficios diplomáticos, Chile puede ser entonces un buen aliado en la apertura de Sudamérica hacia una convocatoria latinoamericana, que ayude efectivamente a unir a la región en torno de intereses comunes, lejos de egoístas principios económicos, pero también exento de radicalismos ideológicos.

Las voces nuevas del cono sur, como la que se espera de Bachelet, serán invaluables en los próximos meses y años para desactivar conflictos regionales y, particularmente en el caso de nuestro país, fomentar mayor presencia mexicana en aquellas latitudes.

Todos esperamos que la era de Bachelet al frente de los destinos de Chile sea exitosa y sirva a su pueblo.

En nuestro caso importa que, así como ha sido hasta ahora, de forma renovada, el nuevo gobierno chileno pueda ser para México el umbral de una nueva forma de relación con Sudamérica, donde todavía nos falta mucho por hacer en materia de integración y cooperación. Con aliados como la República de Chile, sin duda todo futuro siempre será mejor.