Así como el mandatario estadounidense ha planteado que se controle la migración de trabajadores mexicanos hacia Estados Unidos, él está obligado a reprimir ese tráfico, en elemental correspondencia a las presiones que ejerce contra México para que a su vez combata a los cárteles de la droga.

El ingreso ilegal al país de efedrinas responde a la evolución del mercado consumidor, que está paulatinamente dejando de adquirir cocaína -como en algún momento se dejó de comprar únicamente mariguana-, para migrar a drogas más duras, de mayor potencia y, por lo mismo, de mayor devastación en el organismo humano. Como consecuencia de ello, el gramo de cocaína se ha desplomado de 200 a 37 dólares, más de 80%.

México ahora tiene una doble labor: perseguir a quienes exportan droga desde nuestro territorio, pero también detener a traficantes de armas y municiones, para minar la capacidad de fuego de bandas criminales. Cada día, las autoridades decomisan unas 300 armas prohibidas, que ingresan al país por cualquiera de los 17 pasos detectados en la frontera norte.

Más de 50 mil armas han sido incautadas en los últimos cinco años. ¿Cuántas habrán llegado a sus consumidores?

Hace unas semanas, en Tamaulipas, y ayer, en Michoacán, fueron asegurados importantes cargamentos de armas y municiones, así como vehículos muy lujosos, chalecos antibalas, equipos de radiocomunicación, cocaína, uniformes y gorras con las siglas de la Agencia Federal de Investigación (AFI) y de otras corporaciones policiacas. Ayer mismo, en Tepito, nuevamente hubo cateos en busca de armas, drogas y mercancías de contrabando y piratas.

Lo encontrado no sólo consta de simples pistolas y fusiles, sino de subametralladoras, bazucas, granadas de fragmentación, ametralladoras, rifles AK-47 cuernos de chivo y lanzagranadas.

La entrada a México de armas revela que de aquel lado del río Bravo hay la suficiente corrupción entre funcionarios y agentes aduanales como para que cargamentos así burlen los tradicionalmente estrictos controles fronterizos estadounidenses. Los males también están allá y hay que pararlos.

Más allá de la nota roja, el tema debe ser llevado a la mesa de conversaciones de los presidentes George W. Bush y Felipe Calderón Hinojosa. La idea clave del encuentro debe ser, entonces, corresponsabilidad, para solucionar problemas conjuntos que tienen como origen ambos territorios.

Si solamente en este punto se concretara un acuerdo en la entrevista presidencial de Mérida, Yucatán, este encuentro habrá valido la pena y sería el primer paso hacia una política de entendimiento mutuo, que cuando menos sentaría las bases para el desahogo del resto de la agenda bilateral.