Ayer, durante un encuentro entre periodistas y autoridades de México y Colombia para analizar este fenómeno, auspiciado por EL UNIVERSAL y la Fundación Soros con presencia de la Sociedad Interamericana de Prensa, se coincidió en que la respuesta a las amenazas de los poderosos cárteles de las drogas no puede ser el silencio. “La desunión ha causado más daño a la prensa que cualquier otro enemigo”, aseguró en su intervención el Presidente y Director General de este diario, el licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz.

Este es el cuarto encuentro que se efectúa para revisar dicha problemática. Tijuana, Hermosillo y Nuevo Laredo fueron las primeras sedes, después de las cuales la violencia contra el gremio de los informadores no amainó: un periodista sonorense desaparecido, un diario tamaulipeco ametrallado y atacado con granadas de fragmentación, y un reportero de televisión ejecutado en Guerrero son algunas de los numerosos agravios hacia la libertad de expresión en México.

Aun así no hay motivo para claudicar. Las denuncias contra el crimen organizado y las historias de sus fechorías tienen que ser contadas, repitieron los periodistas colombianos que vinieron a México a compartir generosamente sus experiencias, en las que han puesto su cuota de sangre para seguir cumpliendo con informar a la sociedad.

Al encuentro asistieron igualmente el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, y el procurador general de la República, Eduardo Medina Mora, así como el jefe de la Policía Nacional de Colombia, general Óscar A. Naranjo, quienes expusieron su visión de lo que los comunicadores, en sus respectivos países, tienen que hacer para ser protegidos desde la autoridad y para protegerse a sí mismos.

Coincidieron en el punto de que recobrar la tranquilidad de la sociedad y crear un clima propicio para revertir el dominio de fuerzas antisociales depende de que se restañen los vínculos del tejido social roto por los criminales que generaran desconfianza social.

La policía mexicana necesita, pues, restaurar el entramado que la unía con la sociedad no sólo por autoestima, sino para afinar su eficacia. La sociedad es la única que tiene la capacidad de la detección temprana de los delitos, pero no puede informar a quien no tiene su plena confianza.

Las ciudades seguras sólo pueden ser construidas por los ciudadanos, incluidos los periodistas que tienen la responsabilidad de dar a la comunidad la información que necesita para su toma de decisiones.

Su función ha de ser protegida por una Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos contra Periodistas, que jurídicamente se encuentra hoy acotada, y tendrá que reforzarse para ser útil, al tiempo que el gremio se une para conjurar el ominoso avance del narco.