Cinco veces en los últimos 30 años la economía de nuestro vecino del norte se ha enfriado y a nosotros nos ha dado, como efecto contagio, desde una simple gripa, en 2001, hasta una pulmonía en 1982. Los analistas calculan que la recesión que se iniciará en 2007 implicaría un retroceso de casi la mitad del crecimiento respecto del año que concluye.

La desaceleración lleva consigo limitar el crecimiento del consumo de bienes y materias primas, la baja de la inversión extranjera y de la productividad y el desplome en el renglón de servicios. México es muy sensible a estos fenómenos porque 88% de su comercio exterior es con Estados Unidos.

El próximo secretario de Economía, Eduardo Sojo, anuncia que está alerta ante este peligro y que se tomarán acciones, como fortalecer los motores internos de la economía -vivienda, infraestructura, turismo, bosques y agroindustrias-. Las adquisiciones del gobierno, se compromete Sojo, beneficiarán a las empresas medianas y pequeñas, las famosas pymes, que son la gran mayoría de los empleadores nacionales. ¡Ya era hora!

La apuesta por el mercado interno llega forzada por un escenario internacional adverso, como consecuencia, entre otras cosas, del excesivo gasto de Estados Unidos en la guerra de ocupación de Irak, que también se tradujo en la pérdida de la mayoría republicana en el Congreso, y la consecuente debilidad del presidente George W. Bush.

Felipe Calderón y su equipo económico tendrán que combinar la ortodoxia del libre mercado, que los caracteriza, con proyectos heterodoxos; porque las nuevas realidades de la situación mundial requieren, además de sus conocimientos y destreza, imaginación para capotear el temporal, reducir los daños al mínimo, mantener la estabilidad y ante todo recuperar el crecimiento.

Si en condiciones normales este problema era muy grande, ahora, entre los conflictos internos que llevan a que AMLO presente una "iniciativa de ley de precios competitivos" y la contracción económica de nuestro cliente principal, estamos en una verdadera emergencia.

Es no sólo comprensible sino deseable que los ojos de los responsables de la economía se vuelvan hacia adentro para oxigenar el mercado, pero no es fácil crear empleos justamente pagados en estas condiciones. México prácticamente ha renunciado a la diversificación, no existe en los otros mercados importantes, la Unión Europea, Asia y América Latina.

Tenemos un problema adicional: una década en que nuestra productividad no ha aumentado y en la globalización la competencia es feroz, o te posicionas por la vía de los bajos salarios o tienes que ofrecer valor agregado.

Ni pensar que los funcionarios presentados puedan solos con el paquete, ni siquiera todo el gobierno. La tarea demanda la buena aportación del Congreso y de los gobiernos estatales, así como el empeño de los empresarios que tanto temían un descalabro económico antes de las elecciones. Hoy ellos pueden poner sus billeteras donde antes pusieron sus anuncios. Les toca crear empleos.