Así que Reagan financió a la guerrilla de la contra para derrocar a Ortega y sus compañeros de revolución. Hace ya mucho que terminó la guerra fría, pero algunos funcionarios norteamericanos parecen no haberse dado cuenta aún. Para ellos, Ortega no es sólo un mal recuerdo, sino una nueva amenaza.

Es amigo de Chávez y de Castro. Personajes que van desde el embajador de EE. UU. en Managua hasta el secretario de Comercio han advertido a los nicaragüenses de las graves consecuencias que tendría elegir presidente a Ortega. Incluso Oliver North, el jefe guerrillero de Reagan en la contra, entró en la campaña electoral contra su antiguo enemigo. Como era de prever, el tiro salió por la culata. Las elecciones de este año en América Latina nos enseñan que, como a cualquier otro, a los electores de allí no les gusta que venga gente de fuera a decirles lo que tienen que hacer. Rechazado al apoyar a candidatos de Perú, México y Ecuador, Chávez se mantuvo al margen en Nicaragua, al contrario que los norteamericanos. Ortega ganó el 38 por ciento de los votos, lo suficiente para derrotar a una oposición dividida que incluye a los conservadores y al centroizquierda.

En los 80, los sandinistas eran marxistas que colaboraban con Cuba para pasar armas a la guerrilla de El Salvador. Reagan creyó que todo el istmo centroamericano corría el riesgo de volverse comunista, pasando por alto el dato de que el apoyo de EE. UU. a los dictadores de derechas bloqueó los cambios pacíficos.

Ahora hay democracia, aunque también pobreza e inseguridad. Ortega ha abandonado el colectivismo, dice que apoyará a la inversión privada y, con reservas, un acuerdo de comercio con EE. UU. El problema no son los principios de Ortega, sino su falta de principios. Para recuperar el poder, el antiguo socialista se ha convertido en un jefe político cínico, amigo de reaccionarios corruptos. Controla el Partido Sandinista como su feudo. Lo que importa es que Nicaragua siga siendo democrática y que, tras cinco años de presumible mal gobierno, Ortega ceda el poder pacíficamente.