Cuando lo único que mantiene en vilo al Gobierno de un país son los rumores, cuando la meta o la prioridad se centra en establecer apariencias más que en asentar políticas, cuando todo se reduce a un almanaque de fechas que obnubilen conciencias, cuando la orden es hacer una puesta en escena y salir a representar “Felices Fiestas”, cuando el radical de ayer es, hoy, peronista y el actual peronista no sabe siquiera quién es, cuando un cambio de figuritas parece dictaminar la suerte de la economía y, la única solución a los problemas es echar culpas a diestra y siniestra..., analizar el país se torna una tarea dantesca.

Hay, pues, un Cielo y un Infierno. En este caso, sería oportuno considerar la sentencia de Nietzsche al afirmar que “cuando el infierno son los demás, el cielo no está en uno”

Sin embargo, la embestida presidencial apunta a establecer, en Balcarce 50, una suerte de sucursal celestial, donde las bendiciones se suceden sin más requisito que una reverencia al “dios” sureño.

Allí se debate el futuro de la Argentina como, si acaso, no fuese ese nombre sinónimo de 37 millones de hombres. Embebidos en el cáliz de la omnipotencia, la estrategia pasa por mantener un status quo redundante y nulo. Lo que es, ya fue. Y lo que será, tampoco depara novedad.

Mientras tanto, hay 24 ó 48 horas de titulares que nos definen como sociedad. Es decir: somos un país cuya identidad se revela ante el mundo en letras de molde vendidas a modo de “coyuntura nacional”

En ese sentido, años atrás, fuimos por ejemplo, la búsqueda de una verdad sepultada con el cadáver de una estudiante catamarqueña llamada María Soledad. Fuimos también, la indignación en la figura de María Marta asesinada sin que nadie gatillara el arma. Fuimos cacerolas y asambleas vecinales; una suerte de corzo para entretenernos un poco. Fuimos un Congreso Nacional sacudido por la coima y la farsa. Fuimos Norma Plá reuniéndonos, los miércoles, en la plaza. Fuimos el crimen de la dársena en Santiago del Estero y el planeta Xiux de Rodríguez Saá. Fuimos Menem y Bolocco festejando el matrimonio.

Fuimos el helicóptero que trasladó a Fernando De La Rúa y los saqueos de un día. Fuimos Remes Lenicov organizando la devaluación. Fuimos la AMIA y Cromagnon. Fuimos el paro de personal no médico en un Hospital Infantil…

Fuimos y somos todo ello pero siempre en capítulos separados, como si no fuese posible hallar un nexo común. No hay eslabón para que la cadena cierre. Sólo, hechos aislados. Noticias perecederas. Portadas de diarios. Historia sin conexión…

Imposible comprender, menos aún, lograr encastrar las partes en un “todo” que le de coherencia o razón. Estamos diezmados en pedacitos de realidades que no combinan siquiera con la geografía.

Seguimos siendo titulares para el asombro. Novedades harto conocidas. Redundancias y galimatías.

Kirchner y Lavagna no se hablan. El ministro puso en lista negra a Enrique Szewach. Hay paro de aerolíneas. Las obras públicas conllevan prebendas. La Iglesia denuncia desigualdades. No hay transparencia en las licitaciones públicas. Los empresarios tienen la culpa. Los sobresueldos no existieron. Nadie sabía nada de ellos. El Fondo Monetario es el malo de la película. Sabemos quién se inmoló (aunque era pero no era…) No corre peligro el suministro de energía eléctrica pero, al otro día del anuncio, media ciudad quedaba ciega. La crisis es consecuencia de los 90. Los fondos expatriados se anuncian pero no regresan…

Y es todo tan contradictorio que, finalmente, nada cierra.

Así se teje la historia argentina: en frases que duran, lo que dura, el diario, arriba de la mesa…

¿Qué análisis hacer de un conglomerado de sucesos que, en apariencia, no guardan relación entre sí? ¿O quizás, todo tenga que ver con todo y, entonces sí, la historia del país es la historia misma de los 37 millones que vivimos aquí…?

En capítulos no se entiende a la Argentina. Hay que buscar ese lazo que une desde el principio hasta el fin, lo que ocurre y deja de ocurrir en el país. Solamente, analizándola como un “todo” podemos comprender por qué estamos como estamos y aceptar que, hasta es lógico que suceda así. Lo extraño seria funcionar como república cuando, las Instituciones, hicieron mella. 

Asombrarse, ahora, porque se asesina y maltrata a los ancianos cuando, en rigor, nunca fueron prioritarios es cínico y vil. Pretender que la inflación recaiga, únicamente, en las espaldas del empresario Alfredo Coto, es borrar con el codo lo que se ha escrito con la mano. El que las hace, no las paga. Echa culpas afuera y, la cuenta, queda saldada… es la fórmula que emerge desde Balcarce 50. El tema es quién paga los costos. Lo que se compra o vende, no interesa.

Otra dirigencia, la empresaria, tampoco se salva. Deja, a las claras, una actitud compleja: asisten al coloquio de IDEA pero es tan disímil lo que se habla en público de lo que se habla en privado que, finalmente, la coyuntura se explica de igual manera. La economía oficial que anda genial y, la economía de la gente que hace agua siempre…

Cielo e Infierno. Una Patria dual. Una extraña esquizofrenia pone de manifiesto una crisis perpetua en esta tierra.

Dios será argentino pero parece que Dante también lo es. La Argentina dantesca se divide, pues, en el cielo del Gobierno y en el Infierno de los que no opinan como ellos.

En ese marco, se dibuja el panorama de lo que vendrá en lo sucesivo. Volvemos -como en el análisis anterior- a foja cero. Se retoma la campaña tras año nuevo. Habrá un infierno dónde trabajadores pararán en perjuicio de la gente, dónde la inflación será tema para el Gobierno pero desvelo para el pueblo y donde todo, se dilatará hasta diluirse en la embriaguez del brindis navideño. Y habrá un Cielo, el del oficialismo, con limitado ingreso aunque en exposición permanente como si el país, fuese un folleto.

Faltará que digan: “La casa está en orden” pero, la situación de hoy, no difiere sustancialmente de aquella. En medio, quedan algunos creídos que, un gabinete nuevo, puede modificar la obra. Mas, nada puede alterar demasiado un guión que está siendo escrito desde hace mucho tiempo en la Argentina.

Se trata, solamente, de unir los puntos sueltos que nos venden, día a día, y ver qué hay detrás las noticias…

Gabriela Pousa es Analista Política. Lic. en Comunicación Social (Universidad del Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE) Queda prohibida su reproducción total o parcial sin mención de la fuente.