Lo que no se comprende es por qué el cambio de funcionarios generó tanto alboroto, a tal punto de llegarse a escuchar que, de la noche a la mañana, el país quedaba en manos de un mandatario absolutista. ¿Es que acaso, el “darse cuenta” ciudadano necesita este tipo de intrascendencias? 

La flamante titular de Economía, Felisa Miceli, ratifica este domingo que no cambia la política económica: dólar alto, superávit fiscal y freno a la inflación. A simple vista, la cosa es sencilla y no explica siquiera el por qué de la salida de Roberto Lavagna, aunque en rigor de verdad, la alocución del ex ministro el día de su destitución tuvo un tufillo proselitista capaz de explicitar lo que nadie se atreve aún a vaticinar.

Ahora bien, triste futuro el del país si la competencia para la Presidencia se reduce únicamente a la figura del mencionado economista. En esta película no queda del todo claro quién es príncipe, quién es héroe y quién es malvado… La llegada de Lavagna al Palacio de Hacienda estuvo sorteada de maniobras tan confusas como confundidas aunque, el ritmo vertiginoso de esta Argentina las haya vedado a la memoria de la ciudadanía. Lo cierto es que, el ex ministro duhaldista devenido ahora en ex funcionario kirchnerista parece marcharse con un buen saldo a su favor aunque nadie pregunte dónde éste ha sido depositado.

La idolatría que atribuyen ciertos analistas y se hace eco en varios medios no resulta bienvenida cuando, en la Argentina sigue existiendo un 50% de la población bajo el índice de miseria.

Tan extraño como esa metodología para analizar la coyuntura resulta, por estas horas, la manera de sortear los problemas. De paros y huelgas sin condescendencia alcanzamos soluciones magníficas. El informe enviado una semana atrás previendo un escenario celestial en los albores de Balcarce 50 quedó ratificado con singular énfasis en apenas unos días. Y es que, las negociaciones en torno al conflicto con Aerolíneas Argentinas se sortearon estipulando una fórmula que confirma esa suerte de paraíso terrenal enfrentado al infierno que existe tras sus puertas.

“Una palabra suya bastará para sanarnos” es la consigna lanzada por el entorno presidencial a la hora de salir a vender la mediación del jefe de Estado en la patética huelga de técnicos y pilotos. A la vista quedó el “país serio” para el mundo entero, flanqueado a su vez por el caos de un grupo de piqueteros embanderados en un movimiento denominado “Trabajadores desocupados” que pugnaban por una canasta navideña y un aguinaldo en pleno centro porteño. Pero habló el Presidente y todo quedó arreglado… Llegó la tregua y llegó la sidra, el pan dulce y el maní tostado. Palabra de “Dios” bastará para sanarnos… Lo que nadie se explica es por qué se esperó 9 días y se sometió a la gente a vivir un cadalso.

La palabra “santa” del Presidente parece bastar no sólo para levantar paros sino también para frenar el aumento de precios y desenlodar a los empresarios que hasta ayer eran los malos de la película. Creía que, solamente en el marco de un jardín de infantes, podían darse peleas y reconciliaciones como las que evidenciamos a diario en el gobierno de la Argentina.

Debe ser el clima navideño que hermana a los desamparados el que permite que, Alfredo Coto, pose sonriente en foto de tabloide con el primer mandatario como ayer posara Eduardo Borocotó o antaño el mismísimo Carlos Menem a quién se negó la mano en un acto institucional, si acaso el mero hecho de jurar en un recinto puede entenderse como parte de un proceso democrático…

Las señales son confusas. Basta que el ministro Julio De Vido declare que no habrá cortes de electricidad para que la ciudad quede a oscuras. Basta que, líderes piqueteros visiten la Rosada para que culminen los cortes de ruta… Y en este contexto, sin ir demasiado lejos, la salud de los niños que fuera el desvelo durante semanas para los argentinos hoy yace en silencio sin que nadie sepa qué pasó en el Garraham ni se defina con claridad quienes son los sanos y quienes los enfermos.

Jugamos con fuego en una Argentina capaz de sortear las dificultades más serias. O tal vez ese “sorteo” se traduzca en un barrido olímpico de los problemas debajo de la alfombra de manera tal que se disimulen para evitar cargar con responsabilidades y culpas. Las consecuencias, sin embargo, antes o después, llegan.

Todo se diluye por obra y gracia de “palabras santas” más que por la instrumentación concreta de políticas de Estado como suele suceder en los países desarrollados. Lo cierto es que dónde hubo caos reina el acuerdo aunque nadie sepa a ciencia cierta qué hubo en el medio.

Entre tanto, en este clima de sospechas o sospechado hasta es factible que, el llevar puesta la camiseta de Gimnasia por parte de la Primera Dama implique un título para un club que estuvo lejos de ser el que más se destacara en las canchas.

Cuando un cambio de figuritas soluciona una economía sin reglas y la palabra de un jefe de Estado es vendida como “santa” lo que no funciona no es solamente la dirigencia. Lo que falla es la gente y su concepción de los problemas… Cuando la tragedia de Cromagnon se limita al día 30 del almanaque y la sangre de los muertos se seca con tanta prisa; cuándo al Ministerio de Defensa cae una ex montonera; cuándo un juramento sobre la Biblia y los Santos Evangelios no tiene luego demanda ni de la Patria ni del pueblo y cuándo, en suma, los ciudadanos miramos qué pasa en Venezuela como si fuese ese país un escenario de otra película, el problema excede a la inflación y al Fondo Monetario.

El problema se centra en una ciudadanía que sigue sin ver lo que tiene frente de sí y que no atiende siquiera, al viejo refrán popular capaz de advertir: “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar pon las tuyas a remojar”

Como las generalidades son siempre negativas es bueno atender el otro lado. Pero en ese espacio donde se aglomera parte de la sociedad que se la ve venir fea, subsiste una oposición que no es capaz de reaccionar como debiera y yace en un peligroso letargo. Y para el “¿Hasta cuándo?” no parece haber, aún, respuesta…

Gabriela Pousa es Analista Política. Lic. en Comunicación Social (Universidad del Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE) Queda prohibida su reproducción total o parcial sin mención de la fuente.