Si nos detenemos en las preliminares del jueves podemos augurar un acto multitudinario. ¿Qué posibilidades hay de que no lo sea? Ninguna. El conurbano bonaerense está movilizado para tal fin y desde las provincias salen más ómnibus de los que salieran para cualquier otro acto. Tres mil micros de la provincia y dos mil desde el interior se pelean, antes de salir siquiera, por la tribuna que su correspondiente puntero político negoció con los organizadores de la mayor propaganda política ha trasmitirse en vivo y en directo. ¿Hecho inédito? Podría decirse que sí porque, aunque en su momento, Perón y Evita llenaran la Plaza, hoy, para ese fin el precio es mayor: 5 millones salen, sabrá de dónde, Dios…

Lo que no parece demasiado sensato es pensar que la movilización es obra y gracia del Presidente de la Nación. Lo que moviliza, hoy por hoy, es un estado de pánico casi generalizado hacia la extorsión. Oponérsele a Néstor Kirchner sale caro. Lo sabe muy bien el campo. Hablar de reelección es absurdo, en eso posiblemente Alberto Fernández tenga razón ya que la misma, prácticamente está cantada desde hace un año o dos. ¿Cuál es la fuerza que se organizó para evitar que Kirchner se adueñe de este modo casi enfermizo del sillón? Salir ahora a comentar que debe tenerse cuidado con la inflación o darse cuenta, “de repente”, que el Riachuelo contamina o que no se respeta la Constitución más que ingenuo es patético.

Oposición, en una real democracia debiera de ser una constante no una sesión en el Congreso de la Nación y dos o tres reportajes en televisión. Oposición no significa denunciar una coima o abstenerse en la votación de un proyecto oficial. Oposición implica, ante todo, una planificación política que sirva de alternativa y capacidad de control para evitar que, el poder, cercene la libertad institucional que ya es utopía en la Argentina.

A Néstor Kirchner, el “éxito”, en gran medida, se le regaló, si por “éxito” entendemos llenar una Plaza de Mayo con compra-venta de entradas con anticipación. Quejarse ahora es vano. Tarde piamos…

El jefe de Estado supo, desde su asunción, que el manejo de la calle era trascendente para su gestión. Nunca presentó un plan de gobierno, menos aún conformó un gabinete homogéneo ni convocó jamás a sectores capaces de instrumentar políticas de Estado del tinte que se prefiera: derecha o izquierda. Por el contrario, Kirchner, dividió y se rodeó de hombres funcionales a su propia ambición. Le bastó ceder, únicamente, el Salón Blanco de Balcarce 50 para atraer a los cabecillas de los diferentes grupos que él mismo creó.
Allí convergieron piqueteros, aplaudieron empresarios, madres de Plaza de Mayo, asambleístas, intendentes, gobernadores, estudiantes secundarios, sindicalistas, artistas, ópera, tango, rock… En definitiva, la Biblia y el calefón. 

Quienes pisaron ese predio hoy, prácticamente, no pueden emitir opinión. En criollo se diría que le hicieron “el caldo gordo” y ahora se descubren necesariamente, invitados compulsivos al show. Pero nada es demasiado original. Todo es un reflejo casi perfecto de nuestra sociedad.

¿Cuándo, el pueblo, le dijo que no a la distracción? ¿Cuándo eligió -más allá del 25 de mayo de 1810 – saber de qué se trata antes que ser partícipe del show? La necesidad de pertenencia es parte de la idiosincrasia nacional como lo es la sed de figurar. Máxime si encima, por hacerlo, hay aplauso, medalla y beso convertido en subsidio, planes sociales o electrodomésticos… Todo vale.

Claro que, Aníbal Ibarra, sin ir más lejos, también convocó una cantidad interesante de gente un día antes de su destitución y hasta el Ingeniero Juan Carlos Blumberg logró movilizar centenares de ciudadanos que parecían que jamás claudicarían en su afán por hacer de la seguridad un derecho y no una suerte, una casualidad o un privilegio como lo es hoy. Esa es nuestra sociedad: tan vehemente en el aplauso como en el olvido casi instantáneo. Por eso, una Plaza colmada no debería llamar tanto la atención ni mucho menos convertirse en un pasaporte seguro hacia la redención.

Qué sea este 25 de mayo el día elegido para la convocatoria reviste especial interés a la hora de preguntarse “¿Por qué?” ¿Necesita, acaso, Néstor Kirchner, montar semejante escenografía? A juzgar por los grandes titulares de muchos medios de comunicación, la respuesta es “No”. Un país creciendo a ritmos impensados, el dólar bastante bien atado y el apriete organizado a los diferentes sectores productivos parecieran bastar a la hora de mostrar la “exitosa” gestión. Pero… el acto del próximo jueves nos dice, sin demasiado prolegómeno, que no. No alcanza. Y es quizás, porque si no se sientan cada vez más adeptos a la causa kirchnerista sobre la tapa, la olla empieza a hacer cierta explosión.

Lo que hay dentro no se ve pero ha comenzado a salir bastante mal olor. Aumentos de precios a pesar de los pesares y de los “acuerdos” (dame o te doy), estudiantes sin rector, policías sin dirección, provincias con déficit interesantes, coparticipación capaz de lograr más de una reelección, papeleras que arden, partidos políticos que tratan de rearmarse, apariciones con vida de ex ministros con deseos impronunciables, funcionarios procesados, sindicatos a los que el 19% no les parece demasiado, exportaciones frenadas, leyes de empleo que disminuyen los clasificados del domingo, y acercamientos entre ex mandatarios que generan cierto prurito…

No parece demasiado ante un panorama general que habla de un país en crecimiento y que muestra índices generosos con la población pero estas supuestas “nimiedades” pueden, en algún momento, hacer ebullición y si algo sabe Néstor Kirchner es que los tiempos hay que manejarlos a contra reloj. De allí que sea mejor adelantarse y “asumir” la presidencia 2007-2011 el jueves próximo antes que tener que preocuparse el día que las urnas se abran ya sea en marzo, en junio o en octubre del año que viene.

Y además, y sin ser un detalle menor, a la gente le gusta así. Mucha fiesta, unidad aunque sea en la mayor división, nacionalismo emotivo que conmemora la revolución - ayudado encima por un argentinismo con toda la adrenalina esperando los goles de la selección- y el sueldo que alcanza para pasar fines de semana largos en la costa atlántica y hasta comprar los huevos más grandes para Pascuas o los electrodomésticos el día de la madre… Para el argentino medio eso es casi maradoneano, se siente Dios… ¿Para qué engañarnos? Y claro, comparado con debacles pasadas que aún están calientes en el “inconsciente”, este escenario es como estar en Navidad todo el año.

La gente, de alguna manera y aunque despotrique de tanto en tanto, quiere que Kirchner siga con su rol. Hay que ser demasiado adulto para asumir la responsabilidad de la libertad y decirle “no” a un Estado benefactor que regala 20 mil pesos a quienes toman terrenos sin preocuparse de que no se vayan luego a instalar en otros, y que encima defiende de la “oligarquía” que la consumió con la devaluación asimétrica, el corralito, el corralón…

Nada hace prever que el Primer Mandatario no obtenga lo que busca denodadamente. Es éste el pueblo que puede dárselo y son estas las circunstancias más propicias para salir al balcón. Si algo sabe el Presidente es que mañana puede ser tarde y aunque puedan atrasarle las ideas, es conciente que nunca puede atrasarle el reloj.

“Me acuerdo de que al principio subía al helicóptero y les decía a quienes me acompañaban: ‘Bueno, no sé si mañana podremos seguir estando’. Era una lucha segundo a segundo. Hoy es una lucha minuto a minuto” Néstor Kirchner

GABRIELA POUSA

(*) Analista Política. Lic. en Comunicación Social (Universidad del Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE)