O al menos éstos deberían comenzar una vez culminada la lectura de algunos matutinos teniendo en cuenta lo “hereje” de ciertos contenidos. En verdad, cómo me recuerda alguien que quiero mucho, la oración que suele atribuirse a San Francisco de Asís parecería ser la más oportuna en estos tiempos. Y es que los argentinos necesitamos más que nunca paciencia para aceptar las cosas que no se pueden cambiar, valor y fortaleza para cambiar aquellas que pueden y deben ser cambiadas,  y sabiduría para distinguir las unas de las otras…

Esta semana, sin ir más lejos, ha habido datos que jaquean la coherencia. Si tomamos a pie juntillas los indicadores de coyuntura económica podemos creer que estamos viviendo en Suiza y no en Argentina. Y no es que la economía no haya tenido una recuperación importante tras la crisis del 2001. Nadie niega avances o progresos aún cuando la “intervención” del INDEC nos torne más cautos a la hora de atender las estadísticas. Sin embargo, hay situaciones y metodologías que no se sostienen y obran, si se quiere, como las aguafiestas del éxito oficialista.

Basta con analizar la evolución de la política económica tendiente a evitar una escalada inflacionaria (si es que se evita). Para tomar un solo ejemplo, veamos qué sucedió con la carne. En menos de un año se han tomado medidas como las que enunciamos debajo:

1) Reducir el peso mínimo de faena para elevar la oferta de ganado y bajar de esa manera el precio en los mercados. 

2) “Intervenir” el Mercado de Liniers que se ha regido siempre por la ley básica de la oferta y la demanda. 

3) Hacer sonar timbres o “ringtones” de celulares de consignatarios de hacienda para “comentarles” la “conveniencia” de no disminuir la cantidad de ganado enviado al mencionado Mercado. 

4) “Rematar” las vacas camufladas del Ejército Nacional.  

5) Limitar las exportaciones (ganando amigos tras las fronteras)

6) Establecer un control de precios disfrazado de “acuerdo” 

7) Hacer surgir de la galera nuevos cortes populares con precios accesibles si acaso fuese posible hallarlos en las góndolas de los supermercados o en los mostradores de las carnicerías, hecho que no han logrado ni los noteros de los informativos de la televisión pública argentina…

8) Crear una nueva herramienta de presión al repetir la historia del INDEC con la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (ONCCA). Su titular acaba de ser removido y reemplazado por un hombre del riñón del Secretario de Comercio. De este modo, el ONCCA se convierte en un organismo clave pues controla $ 500 millones en nuevos subsidios indirectos a los alimentos.

Si bien, desde hace tiempo que tiene a su cargo la distribución de la cuota Hilton -los cupos de exportación de carne de alta calidad a la Unión Europea- y la entrega de los registros de operaciones de exportación (ROE), requisito imprescindible para concretar los envíos de carne vacuna al exterior, ahora se amplían sus facultades. El Congreso está próximo a convertir en ley un proyecto del oficialismo que otorga superpoderes a este organismo para regular y sancionar, con multas de hasta $ 1 millón o con clausuras, a comerciantes agropecuarios en presunta infracción. Superpoderes que pueden utilizarse discrecionalmente ya que la ley no especifica con claridad la conducta penal capaz de ser sancionada.

Estos son sólo algunos puntos de los “éxitos” del Gobierno para frenar la inflación, en este caso aplicado sobre el mercado de hacienda. Sin embargo, el resultado está a la vista aún cuando, en estos días, se disimule dado el protagonismo de la merluza cuya suerte es bastante parecida… Los 9 pesos que costaba el kilo en las Pascuas del 2006 - por más voluntarismo que ponga el INDEC o la Secretaría de Comercio -, hoy se ha traducido en, aproximadamente, 14 ó 15 pesos. Si eso no es aumento, ¿qué es? 

Seguramente habrá alguna explicación que contemple el “factor estacional”…

Algo, ciertamente no escasea en Argentina: tenemos eufemismos para el rubro que sea.

Pero volviendo al ejemplo anterior, las consecuencias gravitan. Amén de la escasez de ciertos cortes de hacienda que está produciéndose sin pausa y cada vez con más prisa, los precios siguen alterándose aunque con “sutilezas”. A fin y a cabo, los asados de novillo o los bifes de chorizo parecen que sólo se hicieran en countries o en barrios privados, y la inflación cuando afecta a “las clases altas” como se dijo esta semana, no es grave y hasta, en algunos sectores o despachos, se puede encontrar con alguien que se regodea de que así suceda.

Las subas de precios o la escasez no son tampoco los únicos derivados de esta extraña política económica populista. Uruguay está ya exportando más carne a los Estados Unidos de lo que exporta Argentina.  Por otra parte, Brasil ha cerrado acuerdos por el bio-combustible y aquí seguimos discutiendo si el acto de Hugo Chávez fue o no un acierto… Simultáneamente, la Primera Dama busca alianzas con Ecuador al mando de un  Rafael Correa, jaqueado por la crisis interna. Pero estas nimiedades no deberían ser siquiera tema cuando la semana que pasó nos enteramos que bajó la pobreza, creció el PBI y se redujo la deuda externa…

Tampoco debería ser de trascendencia la situación por la que atraviesa la Justicia. Cualquiera sea la causa, si la carátula, la sentencia, la condena, los expedientes o el tiempo de las investigaciones no convence a la opinión pública oficialista, se altera radicalmente el orden de los intervinientes. Jueces y fiscales pasan más rápidamente a ser acusados que los propios infractores, denunciados o delincuentes. Las garantías y los derechos humanos escapan a los magistrados. Las “advertencias” llegan, muy posiblemente, como llegan los acuerdos de los precios a los empresarios… Es la metodología. Y alcanza tanto a la economía como a la política.

Basta como ejemplo, observar lo acontecido con los fiscales del Caso Gerez o con la carátula de la desaparición de Julio Jorge López. La política en el seno del Poder Judicial altera las cosas para que el “ser” caiga en detrimento del “parecer”. Debe parecer que se hace Justicia…  

Desde el Gobierno no se respeta siquiera ni a la Iglesia como Institución. El descrédito al sacerdote que encabezó una marcha en la provincia de Santa Cruz recuerda otros casos similares. Los sucesos en la provincia del Presidente muestran la otra cara del federalismo. Provincias quebradas, feudos y estrategias que dan lástima: cronogramas electorales arbitrarios para forzar apoyos a candidatos y evitar así por ejemplo que haya más de un fracaso para el oficialismo. Sino, ¿qué hacer con las tapas de los diarios?  Mientras tanto, los subsidios siguen sin freno y las especulaciones con miras a las elecciones hace que las piezas comiencen a moverse en Balcarce 50 como si el país fuese un tablero.

Parece disparatado pero el ejemplo de la carne puede ser trasladado a todos los ámbitos de la vida política e institucional de Argentina. Metodologías sin estructura y estancadas en la mera coyuntura. Lo único cuestionable es que este “modus operandi” no es precisamente el adecuado en un sistema democrático. Pero ese puede que sólo sea un simple detalle insignificante. De no serlo, habrá que orar más seguido y no sólo tras la lectura de los diarios. Quizás de esa manera surja valor y fortaleza, y se cambien las cosas que pueden y deben ser cambiadas casi con urgencia.  

GABRIELA POUSA

(*) Analista Política. Lic. en Comunicación Social (Universidad del Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE)