No hay a simple vista una oposición definida, afianzada, o al menos estructurada, haciéndole frente como para sentirse amenazado. Asimismo, se lo observa manejando la caja y los subsidios con holgura como para asegurarse buena parte del electorado. Sin embargo, nada de esto parece alcanzar para mitigar los ánimos. ¿Por qué sino se habrá ido el Jefe de Estado este fin de semana al sur con toda la comitiva?

¿Será Jorge Julio López? ¿Será Misiones? ¿El Hospital Francés? ¿Los cortes de ruta en reclamo a la instalación de las papeleras? Puede ser que estos asuntos cooperen a complicar más las cosas pero no es dable adjudicar a ellos toda la causa del malestar gubernamental. Los nervios vienen de tiempo atrás, amén de ser una de las características intrínsecas del “estilo K”. Estos últimos acontecimientos son demasiado actuales como para situarlos como exclusivos motivos del nerviosismo oficial. De todos modos, son temas que colaboran a la hora de mostrar un panorama político ensombrecido. No ensombrecido por fantasmas setentistas o falsos y utópicos “regresos” sino por una gestión que se demora en tiempo y forma.

El kirchnerismo se ha olvidado de gobernar a los argentinos. Se ha ocupado, en cambio, de adoctrinar en pos de un efectismo que se le escapa de las manos. La crisis del Hospital Francés es el corolario de aquello. Además de mostrar que no hay ningún estilo nuevo en la forma de conducirse, da cuenta de hasta adónde llegan los intereses de quienes trabajan en Balcarce 50.

El Gobierno niega que vaya a hacerse cargo de la entidad sanitaria. No sucedió lo mismo cuando la crisis era de Aguas Argentinas o cuando el conflicto se suscitó en el transporte aeronáutico. En esos casos, el gobierno no dudó un instante en hacerse cargo, en tomar las riendas del asunto: estatizando la primera y quedando como parte capaz de controlar ciertas áreas en la segunda. Y es que, estas últimas empresas de servicios pueden ser utilizadas, y así lo son, para el negocio de los subsidios y para expandir el dominio del oficialismo. En cambio, atender la salud de la población provoca costos, y no réditos. Basta con la ley que prohíbe fumar en espacios cerrados o con educar sexualmente a los chicos para hacer ver al pueblo que lo cuidan. “Cuidados” superficiales que, por otra parte, no acarrean mayores consecuencias.

No es fácil dilucidar el por qué de un clima raro en el país. Nadie habla. Políticos opositores creen que no es el momento: el momento de lanzar candidaturas, claro. Y posiblemente estén en lo cierto pero lo bueno sería que analicen si es la hora de expedirse sobre lo que está sucediendo más allá de los fines proselitistas y las ambiciones políticas. Hasta ahora hay un silencio de radio que es funcional al gobierno actual. Se habló mucho cuando sacaron la reforma al Congreso de la Magistratura pero después es como que se cedió o nos resignamos a que hagan lo que quieran. Lo mismo aconteció cuando el Congreso trató los Decretos de Necesidad y Urgencia y los Superpoderes del Jefe de Gabinete: mucho ruido en esos días, pocas nueces después.

En las estructuras partidarias todo se reduce a internas sui generis para establecer a que cargos pueden aspirar o cual otros hay que denostar por creerlos inferiores a la altura de las ambiciones. “Con este no hablo, negocio con aquel, me siento con fulano...“, de estas especulaciones no pasa la diatriba opositora por ahora, en la Argentina. Es cierto que hay bastante miedo al “carpetazo” pero el miedo paraliza y es menester alejarse de aquel para poder asentar las bases de una postura alternativa a este modelo de confrontación que hay en el poder.

La llamada oposición está sumida en una crisis compleja hasta tanto no resuelva unirse en pro de un objetivo más diáfano. No encuentran la ruta aunque sepan cual es la meta. Se ocupan de los cargos más que del planteo de alternativas. El oficialismo, mal o bien, hace lo mismo y neutraliza de esa manera la posible sombra de la otra vereda.

Quizás por esta situación es que, la voz de la oposición toma otro camino. Quienes están ejerciendo este rol ya no son los dirigentes tradicionales de partidos o estructuras partidarias sino la calle. Equivocada o no, instruida para ese fin o perdida en inconducentes marchas, la gente se manifiesta. La calle y, en gran medida, la Iglesia a través de Juan Piña y otros sacerdotes están ejerciendo el rol opositor. Es lícito. El vacío alguien, siempre, lo llena. Ahora bien , ¿es benéfico que así suceda?

Todo depende. Depende de los modos y de cómo se encause estas corrientes que expresan su descontento. Esta visto que la manera elegida por los asambleístas de Entre Ríos no es la más eficaz ni la más correcta para expresar un reclamo pero resulta interesante analizar dónde nace este tipo de protesta.

Hace un año, el gobierno era quien patrocinaba los cortes de ruta en reclamo a la instalación de plantas de celulosa en el Uruguay. En parte, respondía cabalmente de esta manera a su estilo de entender la política: como un ring más que como un campo de siembra. Hoy, el mismo gobierno se manifiesta contrario a la medida adoptada por los entrerrianos. Lo que no es cierto es que el Estado no pueda impedir que los cortes se lleven a cabo. Y más aún, su rol específico es ese: prevenirlos y si se escapan de las manos, frenarlos.

Cuando se trató de obstaculizar el paso en la provincia de Santa Cruz, la decisión de frenar esta situación fue casi inmediata. Avalado por la ley de seguridad interior, habiendo un delito de por medio, Aníbal Fernández, al frente del Ministerio del Interior, tomó la decisión de trasladar a la Gendarmería y de liberar los cortes de ruta del Sindicato de Petroleros de Santa Cruz. ¿Cuál es la diferencia entre un corte y otro? ¿Acaso, la ley no es la misma? En la Argentina y para el gobierno pareciera que no.

A comienzos de año, exactamente el pasado jueves 6 de Febrero, Néstor Kirchner recibía a los asambleístas en la Casa de Gobierno para expresarle su apoyo a las medidas implementadas por éstos. Posteriormente, el Tribunal de la Haya jaqueó al gobierno nacional y el Banco Mundial esta semana terminó por empañar el sueño argentino en esta suerte de Boca-River que se trazó a partir de este conflicto. La falta de política exterior dejó espacio a la calle para que ejecute a conveniencia. Y como hemos sostenido desde la asunción misma del Jefe de Estado si hay algo a lo que, el Presidente, no hará frente es a la calle. Un populismo a piaccere impide que se contradiga lo que la gente decide. Desde luego, deben manifestar que no se adhiere a la medida pero gobernar implica mucho más que declararse a favor o en contra de lo que una porción de la población dictamina. Ya sucedió una semana atrás cuando se realizó la marcha en reclamo de la aparición de Jorge Julio López. El Gobierno adhirió. Pero el Gobierno no está para adherir o no, el Gobierno está para accionar, decidir e implementar medidas específicas tendientes al cumplimiento de las leyes. Pero la calidad institucional brilla por su ausencia.

La pérdida de la calidad institucional se evidencia, asimismo, en esta especie de “sistema jurídico paralelo” que tenemos donde hay reglas y decretos de emergencia en cantidad. Con esto se evitan los controles de la legislación "normal" y no se tiene en cuenta siquiera la opinión de la sociedad. Decretos y reglas provisorias terminan siendo eternas y gravitan en la economía, la seguridad, los servicios públicos, el transporte, la salud y el empleo.

Estos temas que sacudieron la semana y que mostraron el revés del Gobierno en cuanto a la posibilidad de gobernar a la población para evitar violaciones a la mismísima Constitución (como lo es obstaculizar un paso público) no son nuevos. Apenas si dieron una tregua. Realizar cortes de ruta, por ejemplo, en pleno invierno, por otra parte, resultaba demasiado molesto... 

En otro orden de cosas, se bajó decibeles en torno a las controversias con la Iglesia. Y es que más allá del cardenal Bergoglio, la figura de Juan Piña crece en Misiones y es posible que el Ejecutivo tenga que despegarse para no cargar con el costo político de una derrota. No es que se nacionalice la elección de esa provincia, lo que se ha nacionalizado es el rechazo masivo a la idea de reelección indefinida. La gente le dice “no”. Y el Presidente que de las encuestas hace una religión exclusiva tendrá que aceptar si a Carlos Rovira le va mal. Los últimos números que manejan encuestadores conocidos como Julio Aurelio no son auspiciosos al oficialismo: le da 4 puntos de ventaja al prelado misionero. Incluso Artemio López comienza a atribuir un repunte en los cómputos de imagen y adhesión al ex obispo. 

Algunos prevén que el próximo “carpetazo” está destinado al mencionado clérigo. Puede que no suceda de esa manera, pero los seguimientos en la provincia están a la orden del día. Kirchner, posteriormente, analizará como despegarse de una derrota eventual. Lo que es ley para el primer mandatario es no pagar costos altos. No lo está pagando, por ejemplo, con el tema inmobiliario: los créditos para inquilinos resultaron quimera y hay silencio de radio. Esta capacidad de abrirse de lo que no sale como se ha declarado es una estrategia que, si nadie la denuncia, habrá que asumirla como un talento del kirchnerismo.

Los hechos dejan de ser tema. La inseguridad, las patotas de Luis D’ Elía sus metodologías perdieron vigencia fueron tema, hoy son desidia. Las noticias tiene un ritmo vertiginoso. La semana que pasó comenzó con un accidente trágico en una ruta nacional, seguido de la infaltable y harto conocida polémica en torno a la seguridad vial, a los controles, a las culpas sin culpables... En la Argentina, hay datos que alarman y que no se unen a estos temas aunque estén directamente ligados entre sí. En el país, el consumo de ansiolíticos aumentó de manera exorbitante en los últimos años. No es una estadística más, es la foto de cómo vivimos: dopados.

Dopados podemos creer que, porque nos dicen que la economía anda bien, hay Kirchner para rato. Eso y una entrega de dignidad es casi igual. Dopados podemos aceptar que el tema de la semana sea un accidente vial y pasar de ese hecho a debatir y polemizar en torno a cómo se hará el traslado del cuerpo del General Perón de la Chacarita a la quinta de San Vicente. Aunque, posiblemente, este debate estéril se entienda si asumimos el desprecio por la vida que es funcional a este culto a la muerte. La memoria se honra en el día a día no en el lugar donde los huesos se depositan.

Los argentinos vivimos bajo efecto de sedantes, estimulantes, ansiolíticos, tranquilizantes, antidepresivos - según relata un reciente estudio cualitativo de la Secretaría para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha Contra el Narcotráfico (Sedronar). Este creciente uso indebido de psicofármacos en el país se enmarca en un preocupante fenómeno y en un marco de vida cotidiana que dista de estar a la altura de lo que se desea.

Las estadísticas son elocuentes. Datos del INDEC y del Sedronar arrojan que más del 10% de las personas de entre 16 y 65 años, el 8% de los universitarios y el 4,4% de los estudiantes secundarios usan sedantes o estimulantes sin prescripción médica. Argentina es el único país latinoamericano en el que la primera droga, después del tabaco y el alcohol, es el ansiolítico. Vivimos mal.

Pero para la política esos datos son meros indicadores de la sociedad: no cuentan a la hora de votar. Aunque, tal vez para digerir los resultados un buen calmante sea necesario tomar. 

GABRIELA POUSA

(*) Analista Política. Lic. en Comunicación Social (Universidad del Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE)