Avances escasos: algún indicador económico de coyuntura que permite inferir la continuidad de Néstor Kirchner en su cargo y nada más. Errores políticos, acusaciones graves, denuncias nada deleznables, intereses parciales y un olvido sideral de lo que la gente necesita y reclama aún sin reclamar se reducen a silencios inexpugnables. Es cierto: es difícil entenderlo.

Quizás podríamos detenernos a analizar si la culpa de de la clase dirigente o es del pueblo. Pero entonces no haríamos sino lo mismo que hacen los hacedores de la política argentina: buscar culpables y quedar redimidos de todo el resto. Sea esta sociedad apática en demasía o sea la dirigencia ineficaz y desentendida no modifica sustancialmente el escenario. Y en gran medida, es muy posible que terminemos descubriendo que hay un 50 y un 50. Ni los ciudadanos ni los funcionarios pueden tirar la primera piedra.  Veamos, como ejemplo, lo que sucede con la desaparición de Jorge Julio López. Seis meses sin noticias aún cuando algunos miembros del Gobierno dicen tener pistas. Los organismos de “Derechos Humanos” a la ofensiva.

Simultáneamente, se cumplen dos años de la desaparición de Florencia Penacci, ocurrida a las 3 de la tarde en pleno barrio de Palermo. Ningún organismo de “Derechos Humanos” se hace eco de aquello. Sólo se escucha la voz de familiares, amigos y de Juan Carr que, al frente de Red Solidaria, admite que hay 330 familias en idéntica situación, es decir con integrantes desaparecidos sin lógica y sin razón. Y lo que es más grave aún sin que el Gobierno diga absolutamente nada. De tanto en tanto aparecen campañas de “prevención” por el aumento de trata de personas pero esas “campañas” no resuelven nada como tampoco se resuelve nada inaugurando un centro de rehabilitación para adictos al “Paco”. Estamos atendiendo los efectos y no las causas. Esta es la parcialidad que se le marca al Gobierno Nacional. No se trata solamente del dispar trato dado a militares y a guerrilleros setentistas. Se trata de diferencias básicas y alejadas, si se quiere, de toda ideología.

A quién votaba Florencia Penacci no cuenta. Quizás por eso su desaparición no generó el revuelo que causó la furtiva ausencia de Luis Gerez, un personaje que políticamente complicó al oficialismo y, en consecuencia, despareció otra vez: ya no se lo menciona ni siquiera en los medios.

Una apuesta al lector: ¿Cuánto tiempo durará la investigación sobre coimas en el Ministerio de Planificación y en el Enargas? El silencio oficial, conocida la noticia, marca a las claras la no intención de clarificar. Que la denuncia es un hecho, que algo no anduvo bien en el negocio de la ampliación del Gasoducto del Norte no está en juego, que a algún funcionario de peso se le “fue la mano” tampoco es una acusación sin asidero. Ahora bien, cómo funciona hoy la Justicia en la Argentina, ¿este tema puede tener en el corto, mediano plazo alguna solución concreta? El escepticismo tiene la respuesta.

Una situación similar es la que se evidenció esta semana a raíz de la “crisis del radar”. Expuesto sin maquillaje quedó el abismo entre discurso político, oportunismo y soluciones o hechos concretos. Esta vez, le tocó quedar al descubierto a la titular de la cartera de Defensa, Nilda Garré. Y es que de tanto movimiento, la alfombra se corrió y la basura que estaba debajo quedó a la vista de cualquiera. ¿Costo político? ¿Qué es eso? A lo mejor sobrevino un reto en algún despacho de Balcarce 50 pero los gritos allí dentro son moneda corriente y no parece que nadie se altere demasiado por el mal trato. La costumbre enceguece y hay quienes nacieron para ser rebaño. En el fondo lo que importa seguimos sin saberlo: ¿Los radares funcionan o no?

Desde ya es de esperar, un desfile de actuales funcionarios por los pasillos de Comodoro Py una vez que la dirigencia política se renueve. Y eso, antes o después llega. Esta premisa de la que nadie duda es la que explica todo el resto de noticias aparecidas en estos días. Esta es la razón por la cual, los caudillos provinciales se atrincheran en sus puestos. Esta es la razón por la cual el próximo candidato será pingüino. Esta es la razón por la cuál los intendentes del conurbano superan todas las cronologías y baten récord de permanencia en sus sillas. El resto es humo. Ni la voluntad de servicio, ni el clamor popular (por otra parte jamás visto), ni la eficacia en las funciones ejercidas son variables que justifiquen el deseo de perdurar. No hay demasiada psicología en la política.

Podría analizarse la cuestión desde el punto de vista del poder. Y entonces surgirían un sinfín de teorías que sostienen que hay una mística del mando, que hay una seducción que paraliza, que regresar al llano implica un stress elevado, que el auto con chofer no es fácil de dejarlo… Posiblemente, algo de todo eso acontezca en países donde los funcionarios pasan de las portadas de los diarios al anonimato. Pero no sucede de ese modo en Argentina donde el protagonismo sigue intacto. No hace falta atravesar el planisferio para observar la dinámica de todo esto. Con cruzar la frontera podemos observar que ni los ministros de Ricardo Lagos en Chile ni los funcionarios de Enrique Cardozo en Brasil siguen, como los integrantes del gabinete de Carlos Menem o de Fernando De La Rúa, siendo figuritas clave de las noticias.

El costo de dar un paso al costado y permitir, realmente, la renovación política es muy alto en estos pagos. Lo vimos esta semana con el ex gobernador riojano, Ángel Maza. Hay que resistir lo más posible o, en todo caso si no hay más remedio, irse pero dejando todo quemado… Y eso no sucede por capricho ni por antojo de periodistas mal-intencionados ni de jueces obsesionados ni mucho menos por una oposición empecinada en limpiar tanta “suciedad”. Sucede porque las denuncias y sospechas de hoy, que duran apenas 48 ó 72 horas en los diarios, se apagan artificialmente con estrategias que pueden ser eficaces apenas unos meses. Después…, y siempre llega el después…, pese a las crisis energéticas, al ruego desesperado que se hace a Víctor Sueyro o los montos a pagar en las facturas, la luz vuelve a encenderse.

Los allanamientos pasan. Las evidencias no pueden ocultarse suelen medir kilómetros, hectáreas, metros cuadrados extremos, autos de lujo, propiedades dentro y fuera… y declaraciones juradas que no los contemplan.

De nada sirve que el que se vaya apague la luz. Siempre habrá quien vuelva a encenderla. Quizás sea esta la esperanza que nos queda.

   

GABRIELA POUSA

(*) Analista Política. Lic. en Comunicación Social (Universidad del Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE)